Un éxito rotundo fue el concierto de Pablo Alborán la noche del viernes en la ciudad deportiva municipal. Por público y por la actuación del malagueño sobre el escenario. A cerca de 10.000 personas logró reunir este artista internacional, un aforo que no se conseguía en la ciudad desde hace mucho tiempo.

Poco después de las diez de la noche, empezaba el espectáculo y el público enloquecía. Imágenes en las pantallas instaladas en el escenario dieron la bienvenida al artista, enfundado en vaqueros, camiseta y cazadora de cuero negros. En algo más de dos horas, demostró ante un público entregado y mayoritariamente femenino su derroche de voz, su pasión en el escenario y sus dotes de músico, porque llegó a tocar hasta cinco instrumentos distintos: piano, guitarra eléctrica, española, cajón flamenco y bongos. Bailó, se paseó de un lado a otro del escenario, enseñó algo de abdominales --de nuevo locura femenina-- y dedicó una canción a una niña del público, Martina.

Tampoco cesaron los guiños a la ciudad. "Cuantas ganas tenía de estar ya aquí", dijo en un par de ocasiones, y cambió la letra de alguna canción para incluir el nombre de Plasencia. "Desde hoy y para siempre, soy vuestro", lanzó sonriente, e incluso coreó el nombre de la ciudad en contestación al público que coreaba el suyo.

Se mostró cercano y también en el back stage , donde se fotografió con el alcalde y algunos concejales. Solo pidió sillones y un espejo, la comida y la bebida la traía el equipo.

Y respondió a la petición de bises con otros cuatro temas que pusieron el punto y final a un esperado concierto. Se acordó también de los que habían hecho cola para entrar los primeros, algunas desde las nueve de la mañana. Cuando se abrieron las puertas, hubo algunas quejas porque no se permitía entrar con comida al recinto y fueron muchos los que se comieron sus bocadillos antes de entrar y otros simplemente los tiraron.

Se echaron en falta contenedores en la calle de Cruz Roja, que terminó repleta de bolsas, latas y botellas y la policía realizó controles de alcohol y drogas al término del concierto. Antes, había vigilado, con el perro policía, que nadie entrara con estupefacientes ni en estado ebrio.

No pasó. No hubo incidencias y la salida, aunque lenta, fue tranquila. Un final sosegado para un concierto completo de un artista que se hace querer.