El Carnaval ha pasado por la ciudad como un ángel, como diría el anuncio. No ha habido actos municipales, ni desfiles con carrozas y apenas se han visto disfraces más que los de los escolares, a los que los colegios tratan de inculcar cada año una tradición ya perdida. Pero hay dos colectivos que se resisten a que la fiesta muera definitivamente: el hogar de mayores de La Data y la asociación de vecinos de San Juan.

Son los únicos carnavaleros y para demostrarlo, unos y otros se disfrazaron ayer de cura y hasta de obispo, monaguillos o plañideras para acompañar a la sardina en el entierro. Los primeros en sacar a la calle el féretro con la fallecida fueron los mayores de La Data, que salieron a las cuatro de la tarde para recorrer las calles más próximas al hogar.

Y de vuelta a él, a comer y beber a la salud del Carnaval: "Hemos comprado 78 kilos de sardina y preparado unos cien litros de ponche", contaban los mayores, que terminaron bailando al ritmo de la pianola.

Pero también el barrio de San Juan quiso rescatar del olvido al Carnaval. La nueva directiva vecinal que preside Mónica Gómez no dudó ayer en disfrazarse para un entierro que dicen "es tradición en el barrio desde hace por lo menos quince años". La misma Mónica confesó: "Es la primera vez que me disfrazo, pero lo hago para dar ejemplo". En este entierro tampoco faltó un cura, un obispo ni, por supuesto, las plañideras que terminaron dando buena cuenta de 700 sardinas y ensaladas.