Si los niños faltan a clase habrá que educar a los padres, implicarles en la educación de sus hijos y en la relación con el colegio y sus tutores. Esta es la base de un proyecto dirigido a disminuir las cifras de absentismo escolar en el colegio San Miguel, que sustentan un grupo de voluntarios.

La iniciativa surgió en el curso 2013/2014, debido a que el centro detectó un «aumento preocupante» de las tasas de absentismo escolar en Primaria y una disminución del número de alumnos de etnia gitana. Entonces, se creó un grupo multidisciplinar para afrontar el problema y cómo solucionarlo y, con ayuda de la asociación Las Sin Carpa, se llevó a cabo un proyecto.

A partir del curso 2014/2015 comenzó ya a funcionar una iniciativa que se ha mantenido en el tiempo, clases de alfabetización dirigidas a madres y padres, por las tardes y en el propio colegio. Eso sí, el requisito para asistir es que los niños acudan a clase por la mañana.

La idea inicial era que los hijos también pudieran acudir por las tardes y «recibieran clases de apoyo, juegos, a modo de extraescolares y guardería, pero no tenemos suficientes voluntarios», explica la voluntaria Nuria López.

Por eso, lo que los voluntarios han hecho en el proyecto Todos al cole es incidir en la educación de sus padres, y a todos los niveles. Así, reciben clases de alfabetización distribuidos en tres niveles, pero también han asistido a charlas sobre salud, alimentación y vida saludable, ejercicio físico, medioambiente y además, «es obligatorio realizar una actividad cultural al mes», subraya María José Rodas, profesora del centro y voluntaria del proyecto.

Porque lo que les ofrecen es una educación integral, que incluye el español para extranjeros en el caso de alumnos marroquís, sin olvidar la necesidad de que se impliquen en la educación de sus hijos asistiendo, al menos, a una tutoría al trimestre.

López recalca que el proyecto está abierto a todas las madres y padres del centro que tengan algún problema de absentismo o familiar, no solo de minorías étnicas, aunque lo cierto es que la mayoría de los asistentes son de etnia gitana y marroquíes, 20 mujeres y dos hombres.

aspecto humano / Al tratarse de colectivos con culturas tan dispares, las clases permiten acercar también a los alumnos con sus voluntarios en el plano personal. «Las mujeres gitanas han descubierto qué es salir de casa, tener que arreglase... es necesario, cuando comienzan las clases, que primero te cuenten qué les pasa. Se van dado pasos, pequeños, pero estamos contentos».

Estas voluntarias subrayan «el esfuerzo» de su alumnado y los datos también avalan su trabajo porque, si en el curso 2014/2015 se matricularon en el colegio 75 alumnos de minorías étnicas, el curso siguiente lo hicieron 85, en el 2016/2017 fueron 103 y este curso lo han hecho 142.

Además, están logrando lo que perseguían, reducir los casos de absentismo. «Ya por lo menos las madres van a justificar las faltas ante los tutores. Es lento, pero ha bajado bastante», señala Rodas.

El colegio aporta las aulas y el material que necesiten los voluntarios y tan buenos resultados está dando la iniciativa que «se ha ampliado al colegio de La Paz y se está extendiendo al Ramón y Cajal». Lo que necesitan para poder mantenerlo y ampliarlo son más voluntarios. «Es muy humano, vives situaciones personales y ellos van sintiendo que tienen un papel importante», destaca.