Según el DRAE una de las dos definiciones de ego es: «Valoración excesiva de uno mismo». De ahí que el egocentrismo sea una exaltación exagerada de la propia personalidad hasta considerarla el centro de atención.

La persona egocéntrica, ocupa constantemente su imaginación y pensamiento con ella misma y sus intereses, siendo incapaz de ponerse en el lugar de otra persona y contemplar, desde diferente punto de vista, la matriz o el aspecto que tienen las cosas y los acontecimientos que le rodean. Poseen sentimientos de grandeza, ambición y expectativas que para nada tienen que ver con la realidad, además de una empatía nula hacia los demás. Son muy proclives a la ofensa ante cualquier crítica y el afán de exhibicionismo les pierde. Aparecer en los medios de comunicación o subirse a un estrado que les haga más grandes (algunos son muy pequeños por fuera también) les encanta. Y su estilo comunicativo se caracteriza por una focalización personal constante y por ser incapaz de escuchar al interlocutor.

El egocéntrico coloca sus pensamientos sobre los otros, lo que él piensa, cree y decide es primero y más importante que el resto, el mundo gira alrededor de su individualidad. Lo que ocurre es que esta falsa percepción, por extremadamente positiva, evidencia la carencia e incapacidad de autosatisfacción, poniendo a su disposición a personas y objetos, otorgándoles el mismo valor, es decir, ninguno, para conseguir sus objetivos de forma maquiavélica a través de la manipulación y/o engaño y al coste que sea.

La sociedad y sus sistemas nos llevan a relacionarnos en la vida con multitud de personas y personajes con caracteres y personalidades que, ni aunque se lo propongan, dejan de sorprenderte.

En todas las épocas los ha habido, el problema es que cada vez son más y puedes encontrarles en multitud de ámbitos sociales.

Los estudios de Alice Miller indican que estos sujetos son producto de una abusiva exigencia familiar a la hora de cumplir las expectativas depositadas en ellos. Su estudio de Hitler, salvando las distancias, es extrapolable a aquellos que llegan a ostentar, por desgracia, puestos de relevancia en instituciones públicas o privadas obligándonos a padecer las consecuencias de sus decisiones.

La bondad y humildad no caben en su vocabulario, si conocieran su significado, dimitirían.