El frío helador que cayó sobre Olivenza hizo que el público no estuviera nunca metido en la novillada. Había más interés por abrigarse y que aquello pasara rápido, que por dar calor y a color a la tarde. Con eso, y con que además sopló un viento violento, los tres novilleros tuvieron que enfrentarse a más adversidades de las inicialmente previstas. Además, los novillos de José Luis Iniesta, de preciosa fachada, no rompieron como se esperaba.

Israel Lancho tuvo un primer ejemplar soso y con poca fuerza que le permitió tan sólo enseñar las cartas de su toreo. Falló repetidamente con el descabello y se diluyó su labor. Pero con el sobrero que hizo cuarto, el novillero pacense mostró un valor fuera de lo normal. Se metió en los terrenos del toro, se pegó un arrimón y asustó. Fue el primer momento en el que el público se interesó por aquello. Toreo de quietud, de plantas asentadas y mucha ligazón, enlazando los muletados sin rectificar la posición. Se dejó tocar los muslos y se descaró haciendo gala de una valor seco y sereno.

Ambel Posada le puso raza a su trasteo con el segundo de la tarde. Novillo de poca fuerza y viaje corto al que Posada alegró con la voz y con el gesto. Con el quinto, el mejor del encierro, realizó una faena de mucho gusto, con retazos de pinturería y consiguió conectar con el frío público. Ambel Posada dejó claro que su nombre puede sonar esta temporada por ese concepto clásico y personal del toreo.

No tuvo suerte Alejandro Talavante con su lote. Ninguno de los dos le dio muchas opciones y el joven torero estuvo siempre con disposición, valor y ganas. Su primero fue soso y que se quedaba corto. Y el que cerró festejo embistió a oleadas, sin entregarse en la muleta.

Para esta tarde, con la esperada reaparición de Morante de la Puebla, se espera ambiente por todo lo alto. Sólo hace falta que la climatología acompañe.