A tan solo tres kilómetros de La Codosera y a escasos quinientos metros del santuario de Chandavila se encuentra el puente internacional más pequeño y por este motivo, más singular, el puente de El Marco, caserío dividido entre España y Portugal.

Construido por los vecinos de ambos lados de la raya para salvar el Abrilongo, río transfronterizo, tiene unas medidas de 3,20 metros de longitud y 1,45 metros de anchura, si bien hasta la última década del siglo pasado, estaba formado por unos humildes tablones a los que posteriormente se le añadieron unas pletinas metálicas y un frágil pasamanos, para hacerlo más seguro, en uno de sus costados. Este nexo de unión, más que de frontera, de ambos lados de El Marco, de ambos países, fue testigo mudo de avatares diversos en tiempos de contrabando, de mochileros, guardiñas (policía portuguesa) y guardias civiles. El café portugués, el corcho, el tabaco o el ganado, viajaban de un lado para otro por necesidad, para paliar la pobreza reinante en tantas y tantas familias.

El puente debe su aspecto actual a la remodelación acometida por la Cámara Municipal de Arronches, localidad portuguesa que se encuentra a unos diez kilómetros y a cuyo término municipal pertenece El Marco portugués, quien el año pasado decidió remozar el puente con fondos europeos, utilizando materiales más sólidos y modernos.

En ambos extremos del puente se pueden observar los mojones indicadores de señalización que informan al visitante que se encuentra en la parte española o en la portuguesa. Atravesando el puente nos encontramos con las típicas viviendas rústicas del país vecino de vivos colores, además de una tienda donde se vende de todo y sirve además de bar y de estafeta de correos, muy visitada por españoles que cruzan el puente en busca de café, aguardiente, mantequilla- punto de encuentro comercial donde el portuñol, como por aquí se llama al habla de la zona, es también moneda de cambio. Son sus pobladores bilingües y los lazos van más allá de lo mercantil, siendo frecuentes los matrimonios y costumbres compartidos.

Nos encontramos en una zona muy concurrida por turistas, la Galicia extremeña como algunos nombran a la campiña codoserana por su verdor y la frondosidad de sus castañares, olivares, de sus alisos, encinas y alcornoques.