El pintor cacereño Joseph Sela expone estos días en Trujillo su arte digital, con la muestra Las voces de los sonidos. En ella explora, mediante herramientas informáticas, nuevas visiones del arte, creando él mismo sus propias técnicas y efectos, «continuando lo que la naturaleza da por terminado, rompiendo con la estética de los sentidos y aislando al espectador en un mundo de diferente interpretación», asegura el artista. En su forma de entender la realidad, cada día, cada viaje, cada momento, dice, «es una oportunidad para dar vida a un cuadro lleno de colores y magia, sentimientos, mística y amor».

Este autodidacta ha vivido la mayor parte de su vida en Barcelona, donde comenzó realizando fotografías por afición. Allí descubrió que por medio de programas digitales podía darle un toque personal a las imágenes, «creando un escape de lo real a un mundo de colores y formas». Es mediante esta técnica como se apodera del color creando sensaciones nuevas, «esbozando realidades continuas y desmitificando constantes habituales hasta ceder a la naturaleza imperativa de la creación», como él mismo asegura.

Sela nunca pone título a sus obras y solo titula las exposiciones, segun la temática. Así, deja que el espectador utilice su imaginación para imaginen un título o sensación.

Joseph Sela dice sentirse en continua evolución «y en constante dedicación» en el perfeccionamiento de su propio estilo digital «sin llegar al perfeccionamiento técnico, más bien experimental y fluido». Él define su estilo como «una especie de pop art digital». Quizá una de las mayores rarezas o atractivos de su obra radica en que personifica el pop art en trabajos de control de imagen a través de medios digitales, «distintos al todopoderoso Photoshop que no utilizo en mis obras, sino programas digitales alternativos».

Sus obras pueden verse hasta el 30 de agosto en los bajos del palacio de La Conquista de Trujillo.

BIOGRAFÍA/ Joseph Sela descubre muy temprano que su vocación es la creación artística aunque, por vicisitudes de la vida, se ve obligado a simultanear con trabajos que le proporcionen un sustento estable. En la primera época en Cáceres asiste como alumno al taller del pintor gallego Julio Tizón. Más adelante, Sela se ve obligado a emigrar a Barcelona, donde aparca su formación reglada y se vuelve autodidacta. En esta cuidad participa como espectador de todos los ajetreos culturales del fin de la dictadura de Franco y el inicio de la democracia. Así frecuenta a la «interdisciplinar Ochoa, y su círculo de visionarios alternativos y divertidos», recuerda. De esta época son sus inicios con exposiciones alternativas en bares y cafés de Las Ramblas y del Barrio Gótico.