TLta Semana Santa suele ser un periodo tranquilo en lo que a información se refiere. Días relajados sin más noticias que las procesiones, los desplazamientos por carretera y la ocupación hotelera de tal o cual ciudad, que este año con el buen tiempo ha mejorado, por cierto. Pero no, las noticias han ido más allá de las campanadas de las iglesias, el sonido de las bandas de música acompañando a las imágenes, y los cláxones que se cuelan de fondo durante la conexión en directo de la periodista de turno. Quizá tenga algo que ver la final de la Copa del Rey.

Un partido que estuvo a punto de perderse el Monarca. El avión en el que viajaba, de la Fuerza Aérea Española, volvió a tener problemas; y es que la Cuestión Casa Real y Aviones se está convirtiendo en algo endémico. Un fallo que ilusionó a muchos republicanos con la llegada de un futuro próximo, donde la Copa del Rey sea la del presidente de la República. A otros la cuestión nominal nos da un poco igual.

Ese mismo avión es el que hubiese deseado para sí misma la presidenta de Andalucía. Porque después de esa bajada de pantalones perdón, falda- ante IU ha perdido la credibilidad que se le presuponía, y el voto de muchos andaluces. Quiso demostrar quien era, decretazo de por medio, a sus aliados de Gobierno por un lado, y a sus compañeros de partido por el otro. Y lo consiguió. Ha enseñado la cadena y el collar que la unen a Valderas y compañía. Y a sus compañeros les ha dejado claro en quien no tiene que depositar su confianza si en un futuro osara presentarse a unas primarias.

Osado es también el presidente Artur Mas, que mientras se afana en discutir con la Unión Europea no duda en pedir al Gobierno de España que el Ejército no abandone Cataluña. Aunque unos y otros pueden estar tranquilos: el avión ya está arreglado, yo aprovecharé el fin de semana para descansar, y las andanzas de sus Excelentísimos quedarán diluidas con la victoria del Madrid. Qué más podemos pedir.