Las orillas del Tajo estuvieron bastante pobladas durante la prehistoria, especialmente durante el neolítico y calcolítico, como se demuestra con los numerosos dólmenes que se conservan en su término. En un principio los vecinos vivían en Alija, que se despuebla y parte de sus moradores fundan Bohonal, otros harían lo mismo con Talavera la Vieja, tras la Edad Media.

Su historia se ha destacado por los numerosos pleitos entre los condes de Montijo y el municipio para delimitar la propiedad de la dehesa de la Retuerta y casi todo el término actual: el noble cede el uso de estas tierras a los vecinos a cambio de una cantidad en trigo y cebada (dos fanegas de cada especie por cada yunta de labor). Tras numerosos litigios, en 1930 se soluciona el problema con la compra de las tierras al conde.

Recientemente, bajo los niveles de la ciudad romana, se han constatado otros niveles de poblamiento que corresponden a momentos del bronce final y el periodo orientalizante. El primero de ellos se percibe a través de una serie de elementos materiales, como fíbulas de codo y cerámica con tratamientos escobillados.

El segundo, mucho mejor consolidado, presenta un nivel de ocupación con restos de viviendas construidas a base de cantos rodados que dibujan formas cuadrangulares y rectangulares. Sus restos materiales, cerámicas bruñidas en su mayoría, mantienen sobre todo fuertes paralelismos con poblados de la cultura tartésica que florecieron a partir del siglo VIII antes de Cristo, con lo que Talavera la Vieja, dentro del término municipal, se convierte en uno de los núcleos más septentrionales de esta cultura.

LA RIQUEZA DE LOS RESTOS

Sus restos históricos son muy ricos, el más conocido es el de unos de los templos que formaban parte de la antigua Augustobriga, Talavera la Vieja, hoy bajos las aguas del pantano de Valdecañas. Sobre el río Ibor se sitúa el medieval puente de Las Vereas.

Pero además hay que fijarse en la multitud de dólmenes que hay repartidos por este territorio como el del Gambute que separaba cuatro términos municipales, el dolmen de los Labrados, el del Alisar, el de Las Murcias, el del Horquillo o el del Pibor que ofrecen todo un abanico de conjuntos megalíticos, aunque algunos de ellos estén en estado ruinoso.

De su patrimonio religioso, destaca la iglesia de San Bartolomé, del siglo XVI. El exterior del edificio es de sobria arquitectura, con contrafuertes exteriores que enmarcan dos puertas laterales abiertas con un sencillo arco de medio punto. Consta de una nave única que se separa de una larga cabecera con ábside poligonal mediante un arco de medio punto, que da paso a una bóveda de dos tramos.