Quienes llegan hasta Cañamero llaman a la puerta de las Viiluercas. Los visitantes que recalan en esta villa deben brindar por ello, porque están en tierras de Baco. A Cañamero le ha dado el vino renombre internacional, sus pitarras viajan hoy a muchos países. Y no es para menos, ya que en sus caldos se guarda el secreto de incontables años de trabajo meticuloso, mimo paciente, tradición heredada de bodegueros de siempre, que deleitan el paladar con su aromático pitarra.

Sus vinos están incluidos en la Denominación de Origen Ribera del Guadiana y sus vides crecen en un relieve accidentado, con cultivos que se asientan sobre laderas pizarrosas de donde se logran uvas blancas como la autóctona Alarije, Chelva o Malvar, y las tintas Tempranillo y Garnacha, vides que comparten la tierra con olivos, pinares, robledales y manchas de matorral.

Pero Cañamero también sorprende por su variedad paisajística y su belleza, una diversidad que permite una abundancia de especies y de paisajes, contando con uno de los valles más bonitos y renombrados de todas las Villuercas, el del Ruecas, que conserva el mayor conjunto de pinturas rupestres de toda la provincia, junto a otros tesoros históricos en los que se adivina la presencia de culturas del bronce, tartesos del sur, etnias celtas y, ¡cómo no!, romanos, visigodos y árabes.

EL DOMINIO DE LA SIERRA

La sierra domina casi todo el espacio, con elevaciones suaves donde la tierra es abundante y la vegetación fácil. Abajo están los valles, muy numerosos, entre los destaca el del río Ruecas, que nace en las proximidades de Cañamero y sobre el que se ha levantado la presa de Cancho de Fresno, en cuya cola se ha construido una piscina natural. En medio de todo ello destaca las mesas de la raña, que se extienden a mitad de camino, como un escalón que facilita el descanso antes de coronar la montaña. Las rañas son extrañas formaciones llanas entre sierras, situadas a gran altura y fruto del arrastre de materiales desde los picos más altos, que forman depósitos de kilómetros que vistos desde las alturas en días brumosos crean la ilusión óptica de estar cerca del mar.

Ya en el pueblo se puede contemplar la iglesia del patrón santo Domingo de Guzmán, de la que sobresale su curiosa y atractiva torre con remate octogonal. Las casas más antiguas lucen las portadas de medio punto construidas en granito. En tiempos hubo cinco ermitas de las que se conservan dos: la de Belén, en el camino de Guadalupe y rodeada de un paraíso natural en lo más profundo de un hoyo formado por el Ruecas, y la de Santa Ana, en el camino de Trujillo, de base cuadrada y remate en espadaña.