A las cinco y media de la tarde de ayer concluía Marco Antonio Ramos su andadura como Jarramplas del 2006, entre aplausos, besos y felicitaciones de familiares, amigos y conocidos, pero con el cuerpo empapado de sudor y lleno de dolores. "Me han pegado mucho, y me duele mucho, pero tengo que volverme a vestir", confesaba a EL PERIODICO visiblemente emocionado por el reconocimiento público que acababa de recibir por la labor realizada.

Para desmentir a todos aquellos que dicen que no se notan los impactos de los nabos sobre la coraza que cubre el cuerpo de El Jarramplas, Marco Antonio les recomendó "que se pongan el traje y podrán apreciar de primera mano si duele o no duele".

La plaza piornalega de la iglesia se quedó pequeña para albergar a los cientos de personas que aguardaban impacientes, entonando canciones alusivas a la fiesta, a que terminaran los actos religiosos de la tarde y El Jarramplas apareciera por la puerta del templo parroquial tocando el tambor. A las cinco menos diez de la tarde Marco Antonio Ramos recibió la primera descarga de nabos, que se prolongaría durante la media hora que estuvo paseando por la citada plaza y las calles adyacentes, hasta que emprendiera el regreso definitivo a su casa.

Previamente había sido adjudicada, mediante puja que alcanzó cien euros de valor, la colocación de San Sebastián en su trono, y en el consultorio médico habían sido atendidos cuatro o cinco personas "contusionadas levemente", por golpes producidos por los nabos, según indicó el doctor, Angel Luis López.

Así de esta manera todo terminó, "con las previsiones iniciales, cumplidas en todos los aspectos", según dijo el alcalde, Angel Rama, mientras las calles de Piornal almacenaban sobre el asfalto 12.000 kilos de nabos, muchos de ellos rotos tras los impactos perpetrados contra El Jarramplas y las paredes de las edificaciones.