Antes de que los tribunales decidan sobre el 'caso Nóos', el rey ha fallado que su hermana Cristina de Borbón es culpable (de estar enamorada, según sus abogados), por lo que ya solo falta conocer la condena que debe cumplir, que sería por delitos de corrupción, no de amor. Para el fallo, al rey le ha bastado con retirarle el título de duquesa, sin aducir otro motivo que un seco "he resuelto", casi un tuit, el primer Real Decreto en 140 caracteres: "He resuelto revocar la atribución".

Evidentemente, si el rey ha preferido la revocación a la renuncia (que al parecer se formalizó), o la destitución a la dimisión (que podría haberse pactado), es porque la única forma de reinar -entiéndase- es mediante gestos públicos y bien publicitados en nombre de la popularidad, sobre todo desde que la monarquía, tanto por Bostwana como por Urdangarín, anda despopularizada. Cada acto, cada gesto, debe ir dirigido al pueblo, y siempre para su satisfacción.

En eso consiste reinar. Lo dijo el día de su proclamación: "buscar la cercanía de los ciudadanos, ganarse su aprecio, su respeto y su confianza". Solo así se explica que ahora haya incriminado a su hermana, no ya antes de que exista una sentencia sino negándole incluso la presunción de inocencia.

Es verdad que Cristina de Borbón, antes que hija de rey y hermana de rey, es ante todo esposa, como prueba el que no parezca comprender -no quiera- los delitos de su marido. De ahí que el rey, que quizá habría preferido retirarle el parentesco y especialmente la condición de esposa de Urdangarín, haya optado, ejemplarizante, por ejecutar contra ella una decisión puramente simbólica, ya que el único privilegio que perderá será el nombre de las calles y plazas de Palma de Mallorca. duquesa para qué.

La duda es si la revocación del título es también revocable, dada la posibilidad de que la justicia decida finalmente que Cristina de Borbón, en efecto, es inocente. Es decir, está enamorada.