Silveria Martín Díaz, cumplió ayer cien años en Aldeanueva de la Vera, rodeada de sus cuatro hijos (tuvo cinco, pero uno se ha muerto), dieciocho nietos, veintinueve bisnietos y tres tataranietos. Muchos de ellos vinieron de Francia y Cataluña, para celebrar el cumpleaños de la abuela. "Nos lo pasamos fenomenal", asegura. El alcalde, Raúl Amor, le entregó una placa conmemorativa del centenario, y apagó de un tirón las tradicionales velas "tras la comida que tuvimos en el Camping Yuste".Silveria Martín, pese a su edad, y ha haber trabajado duro en Francia y el País Vasco. a donde emigró con su marido y sus hijos, solamente toma unas gotas para el riego sanguíneo, en lo que se refiere a medicinas. Por lo demás asegura que está "fenomenal" de memoria, tensión, azúcar y colesterol. "He tenido pocas enfermedades, a lo largo de la vida. Cuando peor lo pasé fue cuando nació mi hija Leonor, hace sesenta y cuatro años. Entonces no sé que me entró, que no podía andar". Achaca que se recuperó "gracias a una curandera de Vardeverdeja, y a que bebía agua de un hongo, que parecía que estaba vivo y que teníamos en un recipiente húmedo".Habla pausadamente, mientras en su mente pelean por salir en la conversación los recuerdos que tiene de su pueblo natal, Talavera la Vieja, actualmente inundado por las aguas del embalse de Valdecañas. "Era un pueblo muy rico, por las vegas que tenía", donde se cosechaba mucho algodón. Su marido, ya fallecido, José Arroyo Fernández, fue alcalde, y presidente del sindicato vertical, en la década de los años cuarenta del siglo pasado. "Tener que marcharnos supuso un golpe muy duro para nosotros, los talaverinos". El último vecino que abandonó el pueblo, "salió de su casa el nueve de noviembre de 1963. Nosotros nos habíamos ido un poco antes", recuerda con nostalgia. No en vano, debajo de las aguas dejaron "la torre de la iglesia, que la explosionaron con treinta kilos de dinamita, y los seres queridos que teníamos en el cementerio". En principio "no pensamos que el agua llegara a alcanzar la altura, que consiguió".Pero no todo son recueros "amargos" del pueblo que la vio nacer. "Recuerdo las fiestas de San Agustín y los bailes que hacíamos en la Plaza Mayor… pero al anochecer teníamos que estar en casa. Entonces no era como ahora, que los jóvenes están por ahí toda la noche". También comprobó "el adelanto que supuso la llegada de la luz eléctrica. Antes con los candiles estábamos mucho peor".Respecto al secreto de su longevidad, asegura que puede estar en que se ha "movido", y se mueve mucho; de lo contrario estaría inválida". En lo que respecta a alimentación come de todo, y espera que el periodista vuelva a entrevistarla "dentro de otros cien años".