Hace bien el Ministro del Interior en justificar la concesión de la medalla de oro al mérito policial a María Santísima del Amor (Virgen). No porque sea una distinción para agentes muertos o heridos en acto de servicio, o para actuaciones excepcionales de "patriotismo, lealtad o abnegación", según la ley que regula estas condecoraciones. Es que se trata de otorgar la medalla al mérito policial a una Virgen (añádase: ¡Por el amor de Dios!), a la que se invoca y ruega "para que guíe a la policía", según consta en la orden ministerial del 24 de febrero.

Y, razonablemente, semejante irracionalidad ha de ser justificada, aunque sea por requerimiento de la Audiencia Nacional, que estudia la legitimidad de la condecoración tras admitir la demanda de la asociación Europa Laica.

El problema es que el Ministro del Interior, con sus antecedentes, no podría hacer una justificación no religiosa. Porque el ministro no solo ha propuesto colocar una placa en el Congreso en recuerdo de sor María Maravillas , sino que ha otorgado también la Gran Cruz de la Guardia Civil a la virgen del Pilar, además de mostrar su convencimiento de que la caída del comunismo es el segundo misterio de Fátima, o de citar en sus discursos oficiales a santa Teresa, a la que pide que interceda por España para salir de la crisis. Y estos antecedentes no son el historial religioso del señor Jorge Fernández Díaz , miembro del Opus Dei, sino del ministro del Interior, que gobierna.

Así se explica que la condecoración se justifique por "una vinculación histórica entre la policía y la cofradía de la Virgen". Histórica, se supone, porque se remonta a junio de 1938, no porque España viviera entonces un momento histórico, la Guerra Civil. Y que tiene como resultado, de una parte, el que los cofrades "compartan valores policiales como la dedicación, el desvelo, la solidaridad y el sacrificio", dice la justificación, y, de otra, el que un comisario asista desde entonces a todas las procesiones de la cofradía. Méritos de la Virgen.