"Este año vivo las fiestas con un sentimiento especial y con mucha responsabilidad, puesto que quiero dar todo lo mejor". Así lo afirmó el mayordomo de las fiestas de La Encamisá, Pedro Gil, instantes antes de subirse a su caballo para iniciar la procesión, acompañado de otros jinetes, hasta la plaza Mayor, donde esperaban 300 caballos y 200 escopeteros para recibir el estandarte de la Virgen Inmaculada.

Gil ejerció el miércoles por la noche de mayordomo en las fiestas de Torrejoncillo, un privilegio que le ha costado 15 años de espera en una larga lista de personas inscritas como moneda de cambio por una promesa a la Virgen.

Pedro Gil se encomendó a la patrona de Torrejoncillo después de que su esposa, Rosalía Hernández, superase una grave enfermedad. "Con ayuda de los doctores y con la fe tan arraigada que tenemos en la Inmaculada, salí hacia adelante y aquí estoy con la familia que tanto quiero", afirmó la mujer mientras ayudaba a su marido a colocarse la sábana blanca que portaba la imagen de la Inmaculada.

Pocos cambios

Las reformas que se están ejecutando en la iglesia de San Andrés Apóstol obligaron a los torrejoncillanos a cantar la salve a la Virgen en el exterior del edificio, rompiendo la tradición de loar a la patrona dentro del templo. En lo demás, "todo se ha desarrollado con normalidad", señaló el alcalde del pueblo, Moisés Paniagua, que cifró en 10.000 las personas que asistieron a La Encamisá.

El último acto de estas fiestas será un concierto de música clásica a cargo del grupo Batalyaws Ensemble en la casa de cultura, mañana a partir de las 20.00 horas.