A través de mi sobrino, he podido ver los contenidos que actualmente estudian en la enseñanza Secundaria. Una de las asignaturas fuertes es Historia, pero ¿qué historia? Han quitado la parte de Historia del Arte, de forma que el repaso de los logros humanos que aprenden nuestros hijos es solo un cúmulo de guerras y de ambiciones de los tiranos de todas las épocas. ¿Es ese el concepto que queremos transmitir de humanidad? ¿Son más importantes los impresentables validos de Felipe III y Felipe IV que los artistas del Siglo de Oro? ¿Es preferible conocer cómo fue la Guerra de los Cien Años que reconocer un monumento gótico? ¿Los pronunciamientos militares del siglo XIX son más transcendentes para la cultura universal que las pinturas de Goya, Fortuni, Rosales y Sorolla? ¿Aportó más para la historia la Batalla del Ebro que de los movimientos vanguardistas?

España goza de ser el tercer país del mundo con más bienes declarados internacionalmente como Patrimonio de la Humanidad. En total, contamos con cuarenta y cuatro. Solo nos superan Italia y China. Y sin embargo, todos estos conjuntos culturales e históricos resultan del todo desconocidos para nuestros jóvenes. Conocer los distintos movimientos artísticos que se han sucedido a lo largo de la historia, no solo es indispensable para valorar y conservar nuestro rico patrimonio cultural, sino que también debe formar parte de la educación como persona, pues ¿acaso queremos fomentar el turismo de botellón? Con unas nociones de Historia del Arte, los centros históricos de nuestras poblaciones adquieren una nueva dimensión, ya que las piedras empiezan a hablar a todos los que sepan escucharla.

¿A dónde estamos empujando a la juventud? El no fomentar la cultura, sino enseñar los peores hechos de la humanidad, tiene unas consecuencias terribles. Lo peor está por llegar, ante el estallido de un conflicto bélico, muchos de los jóvenes huyen de sus familias, viajan a lugares a miles de kilómetros para participar, pero no con quienes defienden los derechos humanos.