TAtunque ya muy avanzado el curso académico, pero pensando que más vale tarde que nunca, quisiera rememorar un hecho histórico para el pueblo de Alcántara: la creación de su instituto de Bachillerato, que este año cumple su trigésimo aniversario, e ignoro por qué esta importante efemérides ha sido totalmente olvidada a pesar de que la fecha marcó un punto de inflexión, especialmente significativo por la trascendencia de su importancia en el panorama sociocultural de la villa alcantarina y el entorno de su comarca.

Puedo asegurar que por aquellos años 80 parecía casi un milagro, pero el evento académico soñado, trabajado y buscado con ahínco y afanosa y decididamente durante varios cursos, se había finalmente producido contra viento y marea . La siembra del esfuerzo y el bregar cotidiano y continuado había caído como un fruto maduro y sazonado.

A todos los agentes implicados en el desafío de este reto educativo --autoridades municipales, administración educativa provincial y a la dirección del centro--, les tocó agudizar pragmática y razonablemente el ingenio, pergeñar la exploración adecuada de las prospecciones educativas de la comarca y sobreañadir todo tipo de esfuerzo para tratar de argumentar, ante el Ministerio de Educación, en Madrid, que el objetivo primordial no era la creación de un centro aislado para un pueblo, sino que se trataba de focalizar la educación en el contexto de un núcleo de una comarca bastante postergada y olvidada en las lindes de la raya portuguesa, con una depresión económica, social y académica acuciante. Por tanto, la creación del instituto se convertiría en un acicate y en una palanca propulsora a través del empuje docente y del campo de actuación de las actividades educativas, académicas y culturales.

Después de superadas todas las dificultades, finalmente se dictó la orden de creación y, desde aquel entonces, siempre inolvidable, Alcántara y su instituto han ido moldeando y cultivando cantidad de vocaciones de estudiantes, hijos, en muchos casos, de clases en cierto modo desfavorecidas, que casi al pie de sus casas y de sus hogares han podido realizar sus estudios completos de Secundaria hasta el COU, o 2º de Bachillerato, y hoy, gracias a tal situación de proximidad discente, ocupan todo tipo de puestos profesionales a lo largo y ancho de nuestra autonomía y otras comunidades de España.

Los antiguos profes , que vivimos al pie de aquel jinete de piedra que es el Puente romano de Alcántara, alzado sobre la aguas atrincheradas del Tajo, seguimos cabalgando a lomos de la memoria sobre aquel evento inolvidable que llevamos muy dentro, en el currículo profesional de nuestro quehacer docente en el mundo rural de los citados contornos de la raya portuguesa.

La historia de los pueblos se escribe bajo la letra y circunstancias relevantes de su memoria y, en ese contexto, el devenir histórico de los últimos lustros de la villa alcantarina vendrá siempre marcada por aquellas fechas imborrables de los 79-80. (*) El autor es catedrático de Francés