El juez Castro considera "hiriente" que Cristina de Borbón no esté imputada por más delitos. No es una opinión, sino parte de un fallo judicial. Es decir, no es algo que se le haya oído decir al juez estando de paisano, a preguntas de periodistas, por ejemplo, ni el resultado de un micrófono abierto, ni la revelación de una conversación privada. El adjetivo "hiriente", más lo que hiere, que es, en jerga judicial, "el apartamiento de doña Cristina de Borbón del área de la comisión de determinados delitos", constan en el auto dictado por el juez Castro el 17 de julio. Y sobresalen, chirriando, porque constituyen una anomalía profesional, como se aprecia cuando se le busca un símil: basta imaginar el sobresalto deontológico que se produciría si un médico, tras salvar la vida al criminal abatido a tiros que ha degollado a los niños de una guardería, escribiera en el diagnóstico que es hiriente que el asesino no recibiera más disparos.

Claro que si esto es así es porque los medios han hecho su parte. Justificado por el interés del caso, los medios de comunicación han convertido el fallo en noticia y la observación del juez, en titular. Al fijar el foco en lo que se interpreta como una crítica del juez Castro a la Audiencia Provincial de Baleares por archivar otros delitos que él consideraría también imputables a Cristina de Borbón, la noticia no ha sido el contenido de la resolución, sino la indignación mostrada en ella. Sería también la indignación del médico, tan humana, tan comprensible, también en titular. Por decirlo gráficamente, los medios han hecho con el fallo lo que se hace con esos textos en los que se resalta con fosforescente una línea o un párrafo. Y con el mismo resultado: el resto se difumina y solo se ve el destacado, que en este caso es: "El juez considera hiriente que no esté imputada por más delitos".

Los medios propagan al juez: es hiriente. Y el ciudadano concluye: cuando lo dice el juez, y hasta los medios lo publican... Hiriente, en efecto.