TLteyendo, hace cuatro días, entre un corro de paisanos la noticia, publicada en varios medios, sobre la caída de un lagarto ocelado en un pozo en la localidad de Escurial, el personal no sabía si desternillarse de risa o subirse y arañar altas paredes. Increíbles las prisas y diligencias, con presencia incluida de la Guardia Civil, por sacar de las aguas al pequeño saurio. Y como, al parecer, estaba algo constipado, pues rápidamente fue trasladado al Centro de Recuperación de Animales "Los Hornos", en la población de Sierra de Fuentes.

Los que disfrutamos de nuestras patrias infantiles (únicas en las que cree este escribidor) cazando ranas y lagartos para prepararnos buenas merendolas, no entendemos tantas ñoñas y remilgadas atenciones con un animalillo por muy protegido que esté. ¡Cuántos niños del Tercer mundo desearían un trato semejante! Curiosamente, la Administración de turno ha ido a proteger a un animal cuando ella misma, con sus depredadoras autorizaciones, ha diezmado totalmente la especie. Cualquier campesino de nuestros pueblos puede decir muy alto y claro que, antes, había lagartos para dar y para tomar. Después del agosto realizado por aves rapaces, alimañas varias y por el hombre de estas tierras para aderezar exquisitas entomatadas o cocerlo con los garbanzos de la olla, todavía sobraban muchos. Y estos propios campesinos saben muy bien que el lagarto ocelado comenzó a mermar ostensiblemente, al igual que otras especies, a raíz de que la Administración autorizara los empleos de herbicidas y otras químicas que han abrasado el campo.

Tantas fumigaciones con pesticidas y herbicidas ("lah cúrah" que dicen nuestros labriegos, siendo muy conscientes de que son puro veneno) han dado lugar a que se haya roto la cadena trófica y sea frecuente el encontrarse con nidadas de huevos que eclosionan falsamente y aves y otras especies faunísticas menores que yacen muertas en cualquier surco o entre cualquier matorral. Ya nadie se fía de beber en las fuentes, gargantas y arroyuelos donde se bebió durante siglos. Pero para más inri la felonía continúa un día sí y otro también. Acabamos de oír --valga el ejemplo-- bandos por los altavoces de algunos ayuntamientos de la comarca de Tierras de Granadilla donde se avisa a los vecinos de que se va a proceder a fumigar, en estos días, las zarzas y otras malezas de algunos caminos públicos. Si no quieres caldo, ¡toma tres tazas! Más ponzoña para nuestros maltrechos terruños. Razón de más para que nuestros labrantines se pregunten si no son ilegales tan desaforados envenenamientos.

Ahora, la Administración, curándose en salud y a punto de desarrollar el síndrome de Noé, se vuelca en mimar y salvaguardar con una mano a los animalitos de Dios, pero con la otra reparte a puñados letales tósigos. Hipocresía pura y dura. Ya nos hemos vuelto civilizados y no nos atrevemos a comernos un lagarto, pero no porque no lo estemos deseando, sino por las toxinas que puede llevar dentro. ¡Viva la civilización!