La inmemorial fiesta de Las Purificás reunió ayer en Monroy a miles de vecinos y visitantes. Como cada año, la parroquia de la localidad acogió con el entusiasmo y el fervor de las gentes de Monroy esta tradición que recrea la obligación con la que tuvo que cumplir la Virgen María, que como judía debía acudir al templo, después de dar a luz, para purificarse y ofrecer a su hijo, realizar una ofrenda y someter al niño a la circuncisión.

Las cuatro purificás de este año --Vanesa Fernández, María Canelo, Miriam Bazaga y Marina Arias--, con Marisol Rosado como mayordoma, y ataviadas con el traje típico de la localidad cubierto por preciosos mantones de Manila y valiosos aderezos, protagonizaron unos actos que estuvieron presididos por el obispo de la Diócesis de Plasencia, Amadeo Rodríguez Magro, y por la corporación municipal al completo con su alcalde, Telesforo Jiménez, al frente.

Como es costumbre, se realizó la procesión por el exterior de la iglesia con la imagen de la Virgen acompañada por el pueblo y las autoridades con velas encendidas. Si las velas no se apagan, se considera que será un buen año para las cosechas y el ganado. Tras la procesión por el exterior y durante la misa, Las Purificás se quedan entre la puerta y la cancela del templo. Cuando las puertas se abren, Las Purificás cantan una copla y el párroco deposita al Niño Jesús en el altar mayor. El obispo de Plasencia y el párroco cumplieron también con la tradición de ofrecer a la Virgen los niños nacidos durante el año.