La música acompañó la despedida de la hermana Blanca, la novicia fallecida el martes en un accidente de tráfico en la autovía A-66. Sus compañeras de la Congregación de Marta y María no dejaron de entonar cantos desde que el féretro llegó al lugar en el que la hermana Blanca vivía y trabajaba, la residencia de la Fundación Masides, en la población de Aldeanueva del Camino, al norte de la provincia de Cáceres.

En su condición de novicia consagrada, «la muerte no es el final, sino el inicio de una vida nueva», como manifestó el obispo de Coria-Cáceres, Francisco Cerro, que presidió una ceremonia a la que asistieron una veintena de miembros del clero, entre ellos, el vicario general de esta diócesis, el arcipreste, el vicario de la zona y el párroco. También el administrador diocesano de la diócesis de Plasencia, Francisco Rico, el deán de la catedral placentina, Antonio Luis Galán, y sacerdotes.

A esta comitiva se unieron también superioras de otras congregaciones, además del personal de la residencia, familiares de residentes, de la propia hermana, vecinos de Aldeanueva del Camino y «sus abuelos, como le gustaba decir a la hermana», señaló Francisco Cerro.