Moraleja aún huele a pólvora. Ayer, centenares de escopeteros lanzaron sus salvas de fogueo al aire en honor a San Blas, el santo que fue médico y obispo y que, según cuenta la leyenda, salvó la vida de un niño que se ahogaba cuando se le pinchó una espina del pescado que comía en la garganta.

Quizá en la leyenda esté la costumbre de bendecir las gargantas el día de San Blas y tradicionalmente en Moraleja se hace colgándose del cuello un cordón de hilo rojo que ayer las mujeres vendían al módico precio de cincuenta céntimos de euro. Mientras, los mayordomos del santo, los quintos del año 1972, escoltaron a San Blas en una alegre procesión en la que no faltó el fervor religioso, ni el alboroto popular que alcanzó su máximo esplendor cuando los quintos pasearon al santo patrón por las calles de Moraleja al son de la música de la charanga Clave de Sol. "En los carteles han puesto un nombre...", cantaron las cientos de personas que ayer participaron en la procesión animados por la charanga y por los mayordomos.

Cada 3 de febrero, y a pesar de ser fiesta local, en Moraleja se madruga. A las siete de la mañana comienzan a sonar los cohetes, los mejores encargados de anunciar que ha llegado el largo día de San Blas. "Es una fiesta preciosa en la que los moralejanos disfrutan muchísimo", explicó la alcaldesa, Teresa Roca. "No faltan las carrozas, los caballistas, los escopeteros, es un día cargado de alegría", recordó Antonio García, concejal de Festejos. La jornada dio incluso para reconocer el ingenio de la Asociación de Mujeres La Encomienda que consiguieron el primer premio del concurso de carrozas gracias a una alegoría del magistral personaje de Cervantes, Don Quijote. "Tenemos a Cervantes, Dulcinea, Sancho, la posada y no falta el queso, el vino y el chorizo", afirmó la presidenta de la colectivo, Consuelo Talavera. El segundo premio recayó en la carroza elaborada por la Asociación de Vecinos de la Zona Centro, inspirada también en la obra cervantina, según confirmó la concejala de Cultura, Esperanza Caballero. Además, se otorgaron premios en metálico a los jinetes que participaron en el gran desfile de caballos.

El toque dulce de la fiesta lo pusieron los quintos del 72 que ofrecieron en el baile matinal más de cien kilos de dulces. "Aquí hay floretas, coquillos, rocas, tartas de manzana y perrunillas para todos", explicó Gonzalo Caballero, uno de los mayordomos. Y tampoco faltó el vino, calculan los quintos que ayer repartieron, en unas dos horas, cincuenta litros de vino de pitarra de la comarca de Sierra de Gata. "Lo importante es que todos disfruten y no se pierda la tradición de San Blas", añadió Juan Bautista Fuentes, otro de los quintos del 72.

A pesar de que San Blas es el ángel de la guarda de las gargantas y patrón de los laringólogos, hoy, y a pesar de que la fiesta prosigue en Moraleja, hay quien apenas puede hablar de tanto cantar, beber y bailar al son de la charanga.