Este municipio es viejo y bien pudo ser la rodacis romana, una mansión situada antes de llegar a Trujillo e incluida dentro del itinerario de Antonino. Hoy, sin embargo, Ruanes es uno de los municipios extremeños con menos población, pero entre sus casas se respira pasado, y paz.

En el siglo XVI era un anexo al lugar de la Aldea del Pastor (Santa Ana), perteneciendo a Trujillo, aunque tuvo que venderse en 1628 por orden del rey Felipe III siendo el comprador Juan de Chaves Orellana, que pagó 4.000 ducados por cada legua de su término y a 26.000 maravedíes el vecino.

Otra nota destacada es que el caciquismo y la miseria llevaron al pueblo a su casi desaparición, pues sus vecinos tuvieron que emigrar casi en bloque y de tal manera que trasladaron hasta Madrid su procesión de San Gregorio que hacen en primavera por la Casa de Campo.

Ruanes es hermoso, está bien cuidado y las pocas gentes que lo habitan tienen puestas sus esperanzas en el turismo rural y, ciertamente, hay posibilidades de acondicionar muchas de las casas que hay cerradas y abrirlas para el disfrute de los turistas, dando otro ambiente y provocando que los pocos jóvenes que quedan en el lugar se queden y opten por trabajar las tierras que cada vez están más abandonadas o bien están en manos de terceros que las explotan a distancia con mínima rentabilidad para la población.

PATRIMONIO Destaca, en la plaza de la localidad, la parroquia de La Asunción, de estilo gótico y neogótico (siglos XV y XX). En las afueras también se puede visitar el resbaladero (una especie de tobogán o resbaladero natural en un cancho), lugar de diversión para la gente del pueblo.

Además, al acercarse a la sierra y si se toma un desvío dirigiendo los pasos hacia San Chipolo, se encuentra una fuente de agua fresca y potable, que en primavera suele estar a rebosar, aunque no tanto en verano. Tampoco hay que olvidarse de subir a la sierra y besar la cruz tres veces. Desde las proximidades se puede apreciar una de las mejores vistas.

El paisaje de Ruanes es de dehesa, hermosa, densa, como un jardín rústico. La Dehesa no es sólo naturaleza, es también artesanía, un mar de alcornoques y encinas asentado sobre un manto verde de hierbas y flores silvestres que acunan amorosas las bellotas que caen de las ramas y las guardan y conservan como alimentación del cochino. Hay quien dice sabiamente que la encina es un colgadero de ibéricos y no andan errados quienes establecen un vínculo mágico e irreprochable a la relación encina, bellota y cochino ibérico.