De gallinero de los curas que vivían en la casa parroquial, la antigua sinagoga ha pasado a ser, desde marzo, un centro cultural de exposiciones y conferencias, con el que se "ven satisfechas algunas de las necesidades culturales que la población demandaba", indica Jacinto Tostado, del colectivo Rosalázaro, que subraya que este nuevo espacio contribuirá a enriquecer la oferta turística de la localidad, ya de por sí rica en patrimonio histórico y artístico.

La apertura del centro, por el que han pasado ya más de 1.000 personas, ha sido posible después de tres años de obras y una inversión superior a los 230.000 euros, con los que se han rehabilitado los 293.78 metros cuadrados del edificio, que cuenta con una sala de exposiciones, otra de reuniones, un patio, una zona de administración y la recepción. La financiación ha corrido a cargo de la Diputación de Cáceres y del ayuntamiento.

El proyecto para su rehabilitación se gestó en el 2000, después de que el ayuntamiento adquiriese el inmueble que hasta finales de los años noventa había sido usado como guardería gracias a que Hidroeléctrica (hoy Iberdrola) arregló el tejado de lo que años atrás había sido ermita.

UN POCO DE HISTORIA

Este edificio, al que la tradición oral ha denominado siempre sinagoga, está en el corazón del barrio judío, datándose su construcción en el siglo XV, aunque tras la expulsión, en 1492, de los judíos la sinagoga pasó a tener un culto cristiano. El inmueble adoptó el nombre de ermita de la Soledad, que con el paso del tiempo cayó en el olvido hasta su uso como guardería y hoy centro cultural.

Cabe destacar que es de planta rectangular con una sola nave dividida en tres tramos, estando la cabecera cubierta por una cúpula con linterna, mientras que en los muros laterales se ubican una serie de ábside, entre los que destaca uno con pinturas murales, que ahora, y tras la recuperación, pueden ser admiradas. Jacinto Tostado también destaca el espacio reservado para la sacristía.