TEtl psicólogo Javier Urra , que fue Defensor del Menor en Madrid, piensa que lo mejor que podrían hacer violadores y pederastas es suicidarse. De hecho, es lo que les recomienda, pues los tiene de pacientes: "Mírate al espejo y plantéate si te merece la pena seguir viviendo". Con independencia de cuántos de ellos habrían cumplido la terapia, cabe suponer que el psicólogo Urra estará siendo ya investigado por presunta inducción al suicidio.

De momento, sin embargo, su revelación es acogida como "sorprendente", sin duda por tratarse del psicólogo Urra y por el contexto donde la ha hecho, los cursos de verano de la Universidad del País Vasco. Es decir, se trataría de una revelación intelectual, que sorprende como boutade, pero que exime al psicólogo de un hecho debidamente tipificado: el del profesional de la salud que reconoce haber inducido al suicidio a sus pacientes, convencido de que no merecen vivir, siendo por tanto lo mejor para ellos y para la sociedad.

Detrás de estas terapias compasivas están, por ejemplo, los psicópatas que no soportan las condiciones de algunos ancianos y deciden ir administrándoles una muerte geriátrica para que no sufran, siempre por su bien y, por supuesto, el bien de la familia. No es el caso del psicólogo Urra. La diferencia es que considera que esos suicidios son "una solución ética", sin advertir que está diciendo lo mismo que los que dicen hacerlo por "misericordia" o similares, siempre tan benéficos con los demás.

Pero el problema no es que hable de ética el que trata así a sus pacientes: mira, lo tuyo no tiene solución, o solo una: suicídate. Lo grave es la condición de justiciero: "Lo he hecho (inducir al suicidio) porque habrán pagado con la justicia, pero no consigo mismos ni con la sociedad". No se entiende qué sea "pagar con la sociedad" si se ha pagado con la justicia. Lo otro, sí.

Es difícil que estos pacientes salden cuentas consigo mismos cuando el terapeuta encargado es un brillante fracaso profesional: un psicólogo que recomienda el suicidio.