Alguna explicación habrá para que Andrés Trapiello, el pasado 8 de noviembre, se sintiera viejuno (El País , 13 de noviembre) por ser protagonista en la plaza mayor de Cáceres del manifiesto por la libertad y la igualdad de los españoles, o, lo que es lo mismo, contra la consulta secesionista de Cataluña, que se leyó simultáneamente en 55 ciudades de España, así como en Bruselas, París y Luxemburgo.

Alguna explicación habrá, desde luego, para que a la lectura del manifiesto (intitulado Sí me importa el 9-N ) no solo faltaran representantes políticos, sino también y sobre todo representantes del partido del Gobierno, cuando casualmente el presidente Mariano Rajoy se encontraba ese día y a esa hora en Cáceres, y cuando el manifiesto no pedía sino el cumplimiento de la legalidad constitucional.

Alguna explicación habrá, también, por supuesto, para que Trapiello, aun siendo el encargado de la lectura, pudiera registrar con exactitud el número de los que asistieron al acto, y aun darles las gracias al final a todos, uno por uno, ya que fueron exactamente trece, incluidos él y su mujer y los dos periodistas de Canal Extremadura enviados para informar, a quienes dijo que comprendería que se marcharan.

Alguna explicación habrá, comprensible o no, para que aquella mañana en el Foro de los Balbos decidiera que la lectura del manifiesto sería su primer y último acto político público, y regresara a Madrid o a su casa de Las Viñas , en Trujillo, sabiendo que en Cataluña, al día siguiente, las autoridades políticas y gubernamentales actuarían al margen de la ley y despreciando al Tribunal Constitucional.

En fin, alguna explicación habrá, sí, para que Trapiello se sintiera viejuno en Cáceres, y se dijera "nunca pasa nada, y cuando pasa, no importa", la víspera del día en que se atentaría contra la libertad y la igualdad de los españoles no solo con chulería ("Si la fiscalía quiere un responsable, que me mire a mí", diría Artur Mas) sino también, y hasta el momento, con impunidad.