El río Arrago, apenas un arroyo en la montaña, se convierte en un torrente tumultuoso en cuanto las lluvias de otoño y el cambio climático se lo permiten y entonces coge tanta agua que es capaz de llenar el embalse del Borbollón en sólo unos meses para que en verano se rieguen miles de hectáreas. Antes de estos nuevos tiempos de clima alterado y de aguas imprecisas, el río recibía con regularidad un espectacular aporte de lluvias tras el mes de septiembre, a lo largo de todo el otoño, que servía para que su caudal se mantuviese ágil hasta bien pasado el invierno. Y esa agua poderosa tenía su cabal aprovechamiento para hacer funcionar los molinos, de harina los menos o, como este Molino del Medio, para moler aceitunas y separar de ellas uno de los mejores aceites de la tierra.

Desde Descargamaría paseo a menudo hasta la localidad de Robledillo de Gata aprovechando la escasa distancia --apenas algo menos de tres kilómetros-- y el hermoso camino que les une. Julio, el médico que ejerce en ambos pueblos, me dice: Tienes que visitar el Museo que tengo en el Molino, te va a sorprender... Así que una tarde me acerco hasta el lugar, donde me espera mi anfitrión, que ejerce hoy de guía en este edificio que te lleva no más entrar en él a los saberes de otros tiempos, a aquella Extremadura casi artesanal que todavía se conservó hasta bien entrado el siglo XX.

Un molino de calidad

Había varios molinos en el pueblo y como éste estaba en el medio de los demás, así de sencillo fue la forma de nombrarlo. Hoy el molino permanece casi como cuando aún estaba en funcionamiento, por dos razones: una porque los materiales y maquinaria que poseía eran de buena calidad y otra porque Julio, junto con su familia, se han encargado de restaurarlo convenientemente para convertirlo hoy en un auténtico museo casi vivo. El dinero de las obligadas reformas ha salido del bolsillo de esta familia pues no pidieron ni recibieron ayuda institucional ninguna. Me explica Julio que el molino en realidad podría funcionar de nuevo con apenas unos trabajos mínimos, pues se ha conservado prácticamente intacto. El recorrido es muy pedagógico, y se me desvela el proceso productivo desde el inicio --las trojes o chiqueros donde se almacenaban las olivas en espera de molturación--, hasta el final, --las enormes tinajas metálicas donde se decantaba el aceite mejor, el auténticamente virgen--. En este viaje por el pasado se me informa de cómo funcionaba la admisión de las aceitunas, la entrada de agua para mover las muelas, la para entonces modernísima maquinaria hidráulica que fue una de las primeras que tuvo la comarca... Y mi tutor improvisado me ilustra con justa precisión de cómo la fuerza del agua se desviaba por la caudera o canal para mover un rodezno de cazos de eje vertical, de cómo, a su vez, la fuerza del rodezno se transmitía por un sistema de correones tanto a la rueda de moler como al cuerpo de la bomba y cómo, finalmente, se activaba la prensa hidráulica para exprimir la masa de aceitunas molturadas que se disponían en múltiples capazos de esparto; el flujo oloroso de aquella presión, en la que todavía convivían el aceite, el agua y los restos sólidos (como el orujo), debían ser separados en una fase final de decantación en las tres enormes tinajas de chapa.

El molino funcionaba durante unos cuatro meses, y en plena producción podía obtenerse veinticinco cántaros de aceite diarios; los labriegos de la zona acudían a los servicios de la almazara pagando la maquila correspondiente y el aceite se destinaba en parte al consumo familiar y en parte a intercambiarlo por harina y trigo con los pueblos serranos de Salamanca, provincia que limita con Robledillo.

Pero en un momento dado desconecto un poco de su amena e informada charla para pensar qué mueve a este hombre, que tiene el porvenir más que resuelto, a dedicar muchas horas de sus vida a restaurar un antiguo molino para ofrecerlo a los visitantes de su pueblo, y a gastarse una más que importante cantidad de su dinero en adecentar algo que, sin su iniciativa, hoy sería seguramente una ruina. Julio nació en Robledillo de Gata y aunque su mujer, médica también, y sus hijos, estudiantes, viven en Salamanca, él permanece de lunes a viernes en la casa que está sobre el molino para poder atender a los enfermos de dos pueblos y para mantener vivo el molino. Es el amor a la tierra que vio la infancia y la juventud de uno, no hay duda, que constituye una fuerza poderosa para mover voluntades; la misma fuerza que hace que muchos emigrantes extremeños, no más les llega la jubilación, arreglen la casa de sus antepasados y se vuelvan a los paisajes que les envolvieron en su niñez. Noto que Julio es feliz al explicarme los entresijos de su museo, de unas instalaciones que pertenecieron a varias familias asociadas de Robledillo, entre ellas la suya, y que finalmente adquirieron al resto de propietarios.

Las piezas expuestas

La visita al museo se completa con un recorrido por las distintas piezas expuestas, todas ellas relacionadas con el proceso de producción de esta almazara: diferentes medidas de aceite, una colección de aceiteras, tinajas, una prensa de palanca de posible origen romano, herramientas, etc. así como una interesante colección de fotografías de la época que documentan y complementan lo que, a simple vista, se puede uno imaginar.

Hoy, ya lo he dicho, este Molino del Medio es un precioso y cuidado museo privado al que se accede pagando una módica entrada (poco más que el valor del famoso café de Zapatero), dinero que apenas sirve para hacer frente a los gastos de mantenimiento. Si se llegan hasta Robledillo de Gata, no dejen de visitarlo, merece la pena. Y si previamente quieren visitar su web, su dirección es www.molinodelmedio.com .