La comarca de la Jara, situada al noreste de la provincia de Cáceres, forma parte de una verdadera unidad geográfica, escindida administrativamente desde 1.833 de las provincias de Toledo, Ciudad Real y Badajoz. Abarca los términos de Villar del Pedroso, Carrascalejo de la Jara, Navatrasierra, Garvín, Valdelacasa de Tajo, Peraleda de San Román y Talavera la Vieja.

Los primeros registros de asentamientos en la comarca de la Jara se remontan al Paleolítico Inferior y Medio, con yacimientos localizados en torno a las terrazas del Tajo que se formaron sobre la raña de Talavera la Vieja, único lugar del río en su recorrido por la comarca, donde se abre para dar paso a una extensa planicie.

Las tierras del Villar fueron transitadas en la antigüedad por antepasados Vettones que dejaron como testimonio varias esculturas de toros y verracos. Dos en la Oliva, uno en el valle del Verraco y otros dos en la misma población. Más tarde los romanos colonizaron el territorio distribuyendo sus explotaciones por el mismo; una inscripción romana que sirve como jamba a una de las casas de la localidad recuerda que el lugar de origen de muchos de aquellos colonos fue la vecina Augustóbriga, enclave protagonista de la organización del territorio en esta época. Especialmente significativo fue el asentamiento de La Oliva, donde se hallaron varios sepulcros e inscripciones funerarias.

ORIGENES DEL MUNICIPIO

Como municipio, El Villar hunde sus raíces en el siglo XI, cuando colonos destacados de Talavera de la Reina se asientan en las márgenes del arroyo Morcillo, en la Oliva y en el solar que ocupó la Ermita de San Blas.

Más tarde, en virtud de un privilegio concedido por Fernando III al Concejo de Talavera la población se fue concentrando en alquerías próximas el lugar que hoy ocupa la localidad cacereña, muy cerca de los arroyos Cagancha y Pedroso.

La edificación de la parroquia nuclearizo a la población que acabó prefiriendo el pago del Villar como lugar de asiento.

Su proximidad al cordel de Merinas y al camino de Guadalupe le aportó una prosperidad que se refleja en sus casas y templos, los de mejor construcción de esta zona jariega, denominando en alguna ocasión a la iglesia como la catedral de la comarca.

De su patrimonio sobresale la Iglesia parroquial de San Pedro, un edificio de planta rectangular y tres naves construidas en sillares de granito. Su construcción finalizó hasta el XVII, de su interior hay que hablar de los dos retablos del XVII decorados con azulejos talaveranos, uno de ellos cobija una epístola con cinco lienzos y un banco decorado con motivos navideños.