Cinco bandas de música acompañaron ayer a las dos procesiones que con fervor vivió la ciudad. A las ocho y cuarto de la tarde dió comienzo el desfile de los costaleros de La Salud desde el conventual de Santo Domingo. La incorporación de esta cofradía a la Semana Santa cacereña, en abril de 2009, supuso la introducción de la carga a costal en los ritos procesionales. El paso ha estrenado este año la imagen de Claudia Prócula que intenta interceder ante su esposo, Poncio Pilatos por la injusta sentencia que condena a Jesús.

Este año, la Salud ha ampliado el recorrido de su procesión y su acompañamiento musical. Junto La Expiración, que siempre ha acompañado al paso, se han unido, los sonidos de la banda cacereña de cornetas y tambores Sones de Pasión junto a la Cruz de guía.

Conformada por 370 cofrades, en procesión, este año, han salido 160 hermanos y 36 han cargado a costal el paso.

BATALLAS Las tres magníficas figuras que desfilan en la procesión de Las Batallas salían de la concatedral pasadas las nueve de la noche. A su paso por calles abarrotadas, 130 cofrades portaban las tres imágenes y junto a ellos cerca de 300 hermanos más acompañando los pasos mientras sonaba solemne la música de las cornetas y tambores del Santísimo Cristo del Humilladero, de la banda trujillana Jesús de Nazareno y la banda de la Diputación de Cáceres. Los tres pasos avanzaban escoltados por batallones de Gastadores Militares en recuerdo a los orígenes de la Cofradía, que este año cumple 30 años de su refundación.

Antes de abandonar el templo, cofrades y fieles han rezado en memoria de los hermanos finados y, desde 2004, rezan también por las víctimas de accidentes o tragedias. El atentado del 11--M en Atocha fue la primera vez que oraron en memoria de las víctimas y este año los fieles dedicaron sus plegarias a los fallecidos en el siniestro aéreo de la semana pasada.

Comenzó la procesión con su imagen titular, el Santísimo Cristo de las Batallas, réplica de la imagen que portaban los Reyes Católicos en sus batallas. Tras él, la Dolorosa, expresiva talla del siglo XVIII de autoría anónima, y cerrando la procesión, la gran talla del Cristo del Refugio, también del siglo XVIII y cuya autoría se atribuye al imaginero portugués José de Proenza.

Ambas procesiones regresaban a sus respectivos templos al cierre de esta edición.