Unos 100 miembros de la asociación Apavial representaron por decimonoveno año la Pasión Viviente de Alburquerque, contando con la presencia de cientos de espectadores, que fueron testigos de esta fastuosa representación en la mañana del Viernes Santo.

Escenarios naturales de la ladera norte del Castillo de Luna y sus baluartes defensivos, convertidos en la ciudad de Jerusalén, acogieron una amplia variedad de actos, «escenarios que consiguen dar una verosimilitud impresionante a estos momentos centrales en la vida de Jesús, los últimos momentos de la vida de un hombre que marcó la historia hace más de 2.000 años. La entrada en Jerusalén, la última cena, el juicio ante Caifás y los sumos sacerdotes, el calvario, crucifixión y resurrección son imágenes que el espectador graba en su retina y le costará olvidar», indicó Manuel Martín, presidente de Apavial.

En la Puerta de Valencia, una de las que da acceso al intramuros de la villa, se iniciaron los actos y, posteriormente, a lo largo de cerca de dos horas, los espectadores deambularon de un lado para otro, siempre en los aledaños del castillo, para contemplar los diferentes momentos de la pasión y muerte de Jesucristo en siete escenarios distintos. «Estas localizaciones han sido seleccionadas siguiendo dos criterios: su atractivo, y que puedan ser vistos por el mayor número posible de espectadores».

Pese a la amenaza de lluvia, que afortunadamente solo afectó mínimamente a las últimas escenas, no fue impedimento para el desarrollo de una representación llevada a cabo por actores aficionados, que ponen todo su entusiasmo en sacar adelante la obra, lo que unido al fervor religioso, la dramatización de unos hechos históricos bien conocidos por el público, y un lugar tan privilegiado como son las murallas del castillo, ayudaron a alcanzar un éxito que se repite cada año.