Hay muchas formas de vivir, sentir y poner la Pasión en la calle. El Lunes Santo cacereño se ha convertido en el mejor ejemplo de ello, jornada de contrastes por excelencia: del suave capuchón de terciopelo, a la túnica de sarga espartana; del recio sonido de la horquilla, a las enérgicas levantás; del baile de las imágenes, al avance firme de los pasos. La noche de ayer hizo confluir en las calles el nuevo brío de una cofradía joven influida por la Semana Santa del sur, la Salud, con una hermandad de gran empaque y solera arraigada a las formas de procesionar de la tradición cacereña, las Batallas. Ciudadanos y turistas dictaron sentencia y abarrotaron ambos recorridos. La Semana Santa, declarada de Interés Turístico Internacional, sigue enriqueciéndose.

La primera en cruzar el umbral fue la Franciscana Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Salud en su Injusta Sentencia, que superó el desnivel de Santo Domingo a brazo, luego a costal y ya en la calle enfiló su itinerario por el casco viejo a paso costero, sobre los pies, a tres pasos, con levantás al cielo, a pulso... Cuarenta costaleros (y hasta 22 de relevo) llevaban a sus espaldas las cinco imágenes que forman la composición: el Señor de la Salud, Poncio Pilatos, Claudia Prócula, el centurión romano y la nueva talla incorporada este año obra del escultor Juan Bautista Jiménez, de cuerpo entero, policromada al óleo y terminaciones al pulimento, que representa al judío del Sanedrín encargado de leer la sentencia dictada por Pilatos.

«Si la procesión está lista, el resto saldrá bien. Ya llevamos unos años y tratamos de mantenernos tranquilos», explicó el mayordomo, Luis Pedro Cámara, mientras daba los últimos retoques al paso, ornamentado con orquídeas vandas color cardenal traídas desde Nueva Zelanda, iris y flores de la salud de Holanda. Pero la de ayer era una procesión con muchas novedades, y bastante significativas. La hermandad estrenó su propia banda, la Agrupación Musical Nuestro Padre Jesús de la Salud, que tuvo el honor de marcar la salida del paso con el ‘Ave María’ de Caccini, y el arrojo de clausurar la procesión con sus primeras marchas propias: ‘Salud de Santo Domingo’ y ‘A ti madre de la Estrella’.

La cofradía también estrenó estandarte corporativo bordado en plata por el maestro jerezano Fernando Calderón, así como la bandera del grupo joven de la cofradía y el banderín de la agrupación musical que portaba el lazo en representación de los donantes de órganos, una causa a la que suma la hermandad.

Pese a que la Salud procesionó por primera vez hace solo ocho años, más de 200 hermanos formaron ayer el cortejo en el que destacaron medio centenar de capuchones con cirios y hachetas.

SANTA MARÍA / A las nueve, buscando el recogimiento de la noche, se abrieron las puertas de la concatedral para dar salida a la Ilustre Hermandad Penitencial de las Batallas. Unos 300 cofrades formaban la silenciosa comitiva, siempre muy ordenada, con la simple y compleja función de «transmitir la fe, la cultura, el respeto y la catequesis en las calles cacereñas», explicó su mayordoma, Inmaculada Hernández.

Tres escuadras de gastadores del Cefot escoltaban los pasos por los fuertes vínculos de la hermandad con el Ejército, ya que fue creada hace más de medio siglo por mutilados de guerra en torno a la imagen del Cristo de las Batallas, tallada en 1953 a semejanza de la que portaban los Reyes Católicos durante sus campañas. Este nazareno, sobre un monte de más de cien docenas de claveles colocados por los chiquillos que ayer acudieron afanosos a la concatedral, abría la comitiva guiado por Valeriano Jiménez Grajera, al frente de un nutrido grupo de hermanos ocultos por verduguillo negro.

Detrás, el Cristo del Refugio (siglo XVIII), soberbio crucificado atribuido a José de Proenza. Volvió a sorprender por su realismo y las llagas de la espalda. Los hermanos lo portaron con el cariño de quienes conocen su historia: fue rescatado del olvido de un viejo cuarto del Complejo San Francisco por Alonso Corrales Gaitán, nombre propio y con mucho peso en la Semana Santa cacereña por todas sus contribuciones.

Cerraba la comitiva María Santísima de los Dolores (siglo XVIII), La Niña, imagen de especial sencillez y belleza, ornamentada con el buen gusto de José María San Félix, que ayer se deleitó entre rosas de nuevas tonalidades.

La hermandad modificó parte de su recorrido habitual, ad experimentum. Al llegar a San Juan, continuó por la plaza del Doctor Durán y Sergio Sánchez hasta la confluencia con calle Pizarro para retomar su itinerario de otros años. «Acortamos un poco para que todos los hermanos marchen cómodos y seguros. Los cofrades van sumando años, queremos cuidarles», explicó la mayordoma. «Cuando salimos, siempre pretendemos realizar un desfile digno, sin alardes. Entre todos sacamos Batallas y juntos debemos volver a Santa María», matizó.

La cofradía fue encabezada por su nuevo grupo de tambores, junto a la cruz guía, y también estrenó una imagen de la Inmaculada en alabastrina incorporada al estandarte de la Virgen.