«Miles personas disfrutando de una misma fiesta, pero sobre todo compartiendo un mismo sentimiento, eso es el Chíviri». No habría mejor forma de definir qué es esta Fiesta de Interés Turístico Regional que pone el broche de oro a la Semana Santa de Trujillo. Son las palabras de una trujillana de pura cepa. Victoria, «como el nombre de la patrona», apunta, tiene 35 años y asegura que no hay un día en todo el año que espere con mayor emoción y «en el fondo hasta con un cierto cosquilleo en el estómago, como cuando estás enamorada», ríe. Esta joven que ha crecido a los pies de Pizarro, confiesa que el momento en el que el Domingo de Resurección por la mañana comienza a ponerse las medias, el refajo picado y la faltriquera «el corazón parece que hasta me late más fuerte», reconoce. Ese sentimiento es el que debieron experimentar la mayoría de los trujillanos que ayer vivieron su día grande. Lo hicieron arropados por la muchedumbre ansiosa por vivir un día en el que la tradición quiso estar muy presente. Se puso de manifiesto con los refajos y polleras multicolor de ellas y la chambra y los pañuelos rojos de ellos, pero también con la degustación en la plaza de chacinas y vino, con el baile al ritmo de la orquesta Pizarro y sobre todo con los cantes que dicen «Trujillo por las Pascuas yo no sé lo que parece. Ay, chíviri, chíviri, chíviri, ay, chíviri, chíviri, chon. Que vienen los forasteros y se encocan como peces. Ay, chíviri, chíviri, chíviri, ay, chíviri, chíviri, chon».

Y es que aunque la fiesta de origen tradicional ha evolucionado a un evento puramente más festivo, nadie olvida que desde principios del siglo XIX, al terminar el invierno la población celebraba la llegada del buen tiempo encontrándose en la plaza Mayor el Domingo de Pascua, mientras se aprovechaba para llevar el ganado y hacer negocios. Se dice también, que era un día especial en el que los solteros de la ciudad probaban suerte buscando pareja. Y buen seguro que, a pesar de haber pasado los años, muchos aprovecharían ayer para volver a poner en práctica esta última tradición. Desde luego las cálidas temperaturas y las ganas de fiesta contribuyeron a que la jornada resultara «cordial», como destacó un grupo de amigos procedentes de Alcorcón, que llegó a Trujillo el pasado viernes «porque tenemos aquí unos familiares y quisimos llegar con tiempo para ver alguna procesión, además del Chíviri, claro», aseguraba uno de ellos. El buen ambiente en la plaza se prolongó hasta bien entrada la tarde, ya que eran muchos los que se resistían a decir adiós al Chíviri. Por eso, desde hoy mismo, para muchos trujillanos comienza la cuenta atrás, contando los días para volver a entonar dentro de un año aquello de «Trujillo es el pueblo más bello de España. Aquel que lo dude que pase por él. Trujillo, Trujillo de mi corazón, te quiero, te adoro porque eres tesoro sin comparación».