Desde antes de las doce del mediodía, esperaban los cacereños y visitantes en la plaza Mayor la llegada de Cristo Resucitado y Nuestra Señora de la Alegría. Hasta hubo algún desvanecimiento entre las personas que esperaban, que no tuvo mayor gravedad, y que fue atendido de manera rápida por los voluntarios de la asociación DYA, que durante toda la Semana Santa han tenido su base de operaciones en un local contiguo a la torre de Bujaco.

La cofradía de Nuestra Señora de la Soledad y Santo Entierro, después de ver frustada su salida penitencial el pasado viernes a causa de la lluvia, ponía ayer en la calle sus dos pasos. El Cristo salía a las 11.45 horas de la iglesia de San Mateo; la Virgen, a las 12.00, de la ermita de la Soledad. Hasta pasadas las 13.15 horas, no tenía lugar El Encuentro, como se conoce la reunión de las dos imágenes, en una plaza Mayor, ahora sí, repleta de público. Antes de llegar allí, Cristo Resucitado había realizado, desde la iglesia de San Mateo hasta el Arco de la Estrella, las catorce estaciones del Vía Lucis.

Con 19 grados y un sol espléndido, lucían las túnicas blancas con ribetes amarillos de los hermanos, que acompañaban el encalado de la plaza, cuyos balcones se fueron llenando de espectadores.

Las autoridades, entre las que estaban el subdelegado del Gobierno y concejales como Valentín Pacheco, Luis Salaya y María del Mar Díaz, entre otros, esperaban en las escaleras del Arco de la Estrella, así como representantes de todas las cofradías cacereñas. La saetera Isabel Caballero pidió una ‘levantá’ en memoria de su padre fallecido, tras la cual, se soltaron palomas y globos, entre los aplausos del público. Las bandas de Nuestra Señora de la Misericordia y Nuestro Padre Jesús de la Salud pusieron música al evento.

Tras El Encuentro, ambos pasos regresaron a la ermita de la Soledad por la calle Pintores, donde había más gente esperando. Los turistas en los balcones de la plaza grababan la escena con sus móviles, como Anabela Carvalho, de Oporto, que se mostraba sorprendida por la Semana Santa cacereña, que cerraba así nueve días de procesiones.