Este año no hay agua en el cielo, pero hay más agua que nunca entre los cofrades que buscan refresco en la garganta y ruegan que la sombra les ampare en la siguiente parada de la estación de penitencia. Procesiones a 25 grados, reto para los hermanos y entusiasmo para los turistas que llenan las calles regocijados al estío de abril. Todas los bondades divinas y humanas confluyeron para hacer de ayer un Jueves Santo histórico en Cáceres, por sus tallas, por las multitudes en cualquier rincón, por el clima benigno y por la meritoria participación de los cofrades, que sacaron a la calle catorce pasos en apenas doce horas. Luego vendría la Madrugada, con diez imágenes más, para amanecer hoy con otros seis pasos previstos en la jornada de Viernes Santo. Cáceres se apasiona.

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«Ha sido el año más caluroso que recuerdo. De hecho siempre prevemos un punto de refresco en Pintores para dar agua a los hermanos, y hoy hemos tenido que repetirlo en San Juan y la plaza Mayor», explicó ayer Serafín Martín Nieto, mayordomo de la Sagrada Cena. Y es que la cofradía salió desde Santiago a las once de la mañana con el paso de mayor envergadura --supera los 2.000 kilos de peso-- a hombros de un centenar de hermanos. Detrás, Nuestra Señora del Sagrario con un turno bien nutrido de hermanas que se caracterizan por el empuje que ponen cada año en su cometido, e incluso no faltaron hombros de ayuda por el interior. Esta talla de Antonio J. Dubé de Luque «estrenará su palio a ser posible en un par de años», comentó ayer el mayordomo, satisfecho por la evolución de la hermandad.

No faltaron los niños, cofrades entusiastas que portaron la imagen de El Triunfo de la Eucaristía en dos turnos. Tras más de cuatro horas en las calles, los tres pasos se unieron junto a la casa de hermandad, en Santiago, donde la Banda de Música de Llerena les cantó La Saeta, una pieza que los hermanos piden insistentemente a lo largo del recorrido por la emoción que transmite.

La comitiva de la Sagrada Cena se recogió a las cuatro. Un suceso en San Juan le obligó a detenerse por el fallecimiento de un vecino en su domicilio, que tuvo que ser atendido por los servicios sanitarios. La ambulancia impidió el avance de la cofradía, que lamentó lo ocurrido y retomó el paso transcurridos unos minutos.

VERA CRUZ / Al atardecer, cientos de cofrades de la Vera Cruz, que hunde sus raíces en el siglo XVI, realizaban un encuentro recogido en San Mateo, previo a la salida de su procesión, para recabar donaciones a favor de Cáritas y meditar el significado del acto que estaba a punto de comenzar. El mayordomo, Miguel Muriel, deseó a todos «una buena estación de penitencia». Y es que hablar de la Vera Cruz es hablar del Jueves Santo más tradicional, de una hermandad austera que representa con sus imágenes los pasajes de la crucifixión y muerte, a modo de secuencia bíblica. Pero es que además son pasos especialmente queridos por los cacereños: La Oración del Huerto (1898, regalo de las hermanas Bernáldez de Castro), el Beso de Judas (obra de Vicente Tena, 1934), el Amarrado a la Columna (tallado por Francisco Font y Pons, 1913), el Cristo de la Salud y de la Expiración (anónimo, siglo XVI) y la Dolorosa de la Cruz (Antonio Vaquero, 1953).

La cofradía iba dejando a su paso olor a brezos y escobas, a flores del campo silvestres que confieren a estos pasos la imagen más tradicional de la Pasión cacereña. El inicio ya estaba completamente abarrotado de público, pero también Santa Clara, Pizarro, San Juan, Gran Vía, la plaza Mayor... «¿Dónde podemos coger sitio para ver bien la procesión?», preguntaban unos turistas desorientados entre la multitud congregada en la plaza de San Juan. Fueron enviados al adarve... pero con mucha paciencia. Por allí pasaría la comitiva bien entrada la noche, en su camino de regreso al templo. Antes de la recogida, los cinco pasos se alinearon y repitieron su rezo conjunto que en los últimos años desborda la afluencia en esta plaza.

EL AMOR / También a las siete y media de la tarde hacía su salida la Hermandad Penitencial del Amor desde la capilla de Santa Gertrudis. Miles de personas aguardan cada año su paso atraídas por el silencio y la devoción que la cofradía pone en la calle. Un cortejo blanco y nazareno recorrió las calles más tradicionales del casco viejo --Parras, San Juan, Gran Vía, plaza Mayor, Ezponda, Concepción...-- con los pasos del Santísimo Cristo del Amor (Talleres de El Arte Cristiano, 1930), Nuestro Padre Jesús de la Entrega (infantil) y Nuestra Señora de la Caridad (siglos XVII-XVIII), una talla completa en la que destacan su rostro sereno con lágrimas que recorren su mejilla, sobre un trono de alpaca plateada que hombres y mujeres cargan en penitencia bajo un verduguillo morado.

HUMILLADERO / Y a las diez de la noche emprendió su marcha la hermandad del Humilladero, empujada por su alta participación y la juventud de sus cofrades, en la barriada del Espíritu Santo. Su paso titular, el Cristo del Humilladero, es una de las tallas más antiguas que procesionan por España, datada en el siglo XIV. Pero Cáceres tiene otras tres imágenes de la misma centuria: Cristo de las Indulgencias, que ha procesionado esta Madrugada, Cristo de la Expiración, que lo hará hoy, y Cristo Negro, que lo hizo el Miércoles Santo, un privilegio que solo disfruta esta ciudad.

La salida del Humilladero volvió a llenarse de público. «La maniobra es muy complicada, hay que salvar la puerta del templo y el arco exterior», explicó el jefe de paso de la imagen mariana, Juan José Merchán. El Señor de la Columna (José de Arce, 1655), el Cristo del Humilladero y la Virgen María Corredentora (1960) dejaron atrás la iglesia con el esfuerzo preciso de los hermanos.

La cofradía engalanó el primer tramo con telas moradas (la primera hermandad que lo hace en Cáceres) e incorporó numerosos elementos procesionales: cinco dalmáticas, dos ciriales, 50 farolillos de mano para los hermanos infantiles, doce tulipas serigrafiadas para el paso mariano, juego completo de uniformes de la banda de música y numerosas donaciones para la Virgen: diadema, vestido, mantilla y puñal.