Si algún veterinario español diese con una fórmula mágica para evitar las ventosidades de los animales, se eliminarían el 3% del total de emisiones de gases de efecto invernadero que arroja a la atmósfera el país. Pero es que los resultados serían aún más espectaculares si esa quimérica vacuna antiaerofágica se exportara a todo el mundo: acabaría con el 6% de la contaminación por CO2 del planeta.

Todos estos desconcertantes datos se pueden inferir de un curioso estudio encargado por el Foro Interalimentario para medir "la influencia de las explotaciones ganaderas españolas en el cambio climático". Del mismo se desprende que las granjas españolas figuran entre las más respetuosas con el medioambiente: su nivel de emisiones es prácticamente la mitad que el registrado como media en todo el mundo. En España, la emanación de gases de efecto invernadero generada por la cabaña ganadera representa solo el 9% del total nacional, mientras que el porcentaje se dispara hasta el 18% en el caso de la ganadería mundial. ¿Quiere esto decir que las vacas chinas o las neozelandesas son más desinhibidas al dar rienda suelta a sus gases intestinales? Pues en parte sí.

Hay que tener en cuenta que no solo de ventosidades vive el conglomerado gasístico que lanzan al espacio las granjas de animales. En España, lo que se denomina "fermentación entérica" (expresión que sirve para eludir términos más escatológicos) representa el 33% de las emisiones del sector ganadero. La fermentación del pienso en el estómago de los animales es culpable de un tercio de esa basura impalpable. Otro tercio (el 31%) procede del uso del estiércol, mientras que el tercio final se lo reparten el consumo energético (18%), los fertilizantes (12%) y el pastoreo (4%), que incluye las defecaciones de los animales.

El buen balance español se debe a "la mejora de los sistemas de gestión de desechos, reciclaje de agua y ahorro energético", dice el portavoz del foro, Carlos Cavestany.