TEtn un taller sobre comunicación pedimos a los participantes que observaran unas imágenes y pusieran adjetivos a los protagonistas. En la escena una joven que parecía algo alterada hacía reproches descalificantes a un funcionario que no hacía más que pedir silencio. Todas las cartulinas recogidas tenían adjetivos negativos hacia la chica y benevolentes para el señor. A otro grupo se le mostró un vídeo en el que la misma chica se acercaba al mostrador un día y era ignorada, llegaba al día siguiente y era mareada con estupideces, volvía un tercer día y recibía una soberana bronca con acusaciones de ignorante, en una cuarta ocasión le pedían documentos que no le habían reclamado los días anteriores y el vídeo acababa con la misma escena que se le había mostrado al grupo anterior. En esta ocasión los adjetivos usados eran más negativos para el funcionario que para la ciudadana de a pie. Finalmente juntamos a los dos grupos, pusimos en pantalla los calificativos que cada grupo había asignado a cada personaje y, tras un debate, se llegó a la conclusión de que uno no se puede dedicar a adjetivar una escena sin conocer los antecedentes y otros condicionantes. Como llevamos una semana escuchando decir maravillas de un Borbón que pide silencio y barbaridades de un Chávez que habla a destiempo, he pensado que tal vez habría que conocer lo que ocurrió en Venezuela en abril de 2002 y lo que pasa con algunas empresas españolas en América Latina antes de hacer juicios apresurados. Pero parece que ya está todo dicho y que con tres segundos de Youtube hay quienes tienen suficiente para dictar sentencia.