A George Orwell se le atribuye una de las definiciones de periodismo más depuradas y certeras que se hayan escuchado jamás: "Es publicar lo que alguien no quiere que publiques". Según esa concepción, la revista Interviú , que cumplió 40 años el pasado 22 de mayo y hoy lo celebra con un número especial, lleva cuatro décadas brindando uno de los más fieles servicios periodísticos que ha conocido la España democrática. Atrás quedan 2.091 semanas en las que los quioscos de prensa fueron lugares más atractivos de lo habitual, no solo por la sensualidad de las portadas de la cabecera decana del Grupo Zeta, sino también por los escándalos, las exclusivas y las fotos de impacto que desfilaron por sus páginas, historias todas que miles de lectores ansiaban conocer y alguien aspiraba a silenciar.

Las primicias y portadas de Interviú forman parte de la memoria popular de este país, y también de su educación sentimental. Con su eficaz combinación de periodismo de denuncia y erotismo, no solo cumplió con la misión de informar, sino que a menudo también se convirtió por sí misma en noticia. Hoy es fácil reconocer su valía, pero en la primavera de 1976, seis meses después de la muerte de Franco, no resultaba tan sencillo adivinar qué demandaban aquellos españoles ni, sobre todo, cómo había que dárselo. "Había ansias de libertad, pero la gente solo conocía la dictadura. Interviú ayudó a impedir que el viejo régimen controlara los tempos dándole al público información de una manera novedosa y atractiva, como no la encontraba en Informe semanal ", razona Alberto Pozas, el actual director de la revista.

"LA VIDA MISMA" Fiel a esa receta, Interviú lleva cuatro décadas explicando "la vida misma", como había prometido Antonio Asensio Pizarro, fundador del Grupo Zeta, en la primera editorial de la revista, que salió a la venta al precio de 40 pesetas. Pero lo ha hecho como nadie lo hizo, atreviéndose a publicar lo que ningún otro medio publicaba y poniendo la mirada donde nadie la situaba.

Solo Interviú podía atreverse a contar los efectos de las drogas desde dentro --como hizo el periodista Angel Montoto con el LSD en 1978-- o a explicar el negocio internacional de la prostitución enviando al reportero Luis Cantero a recorrer "el mundo en 80 camas". Si había que testar la relación de los españoles con la caridad, Interviú no tiraba de informes, sino que ponía a un redactor a pedir limosna desnudo en Esplugues de Llobregat. Solo Interviú podía retratar a la modelo Malena Gracia en paños menores en el islote de Perejil y mostrar las fotos de un Salvador Dalí agonizante, Luis Roldán en calzoncillos en plena orgía y Antonio Tejero haciendo gimnasia en el patio de la prisión, entre otras muchas celebridades encarceladas que igualmente ilustraron sus páginas vestidas con chándal y con gesto esquivo.

Fresca, descarada y transgresora, abonada al escándalo y acostumbrada a ser la comidilla en tertulias radiofónicas y en la cola del pan, la revista también ha sabido ejercer de mosca cojonera con el poder al precio de vérselas a menudo con la justicia. Siete meses tardó en ser secuestrada: en la Navidad de 1976, un juzgado prohibía su distribución por un reportaje sobre las cuentas de la familia Franco que firmaba José Luis de Villalonga.

Desde entonces y hasta el 2012, fecha de su último secuestro judicial --esta vez fallido--, los responsables de la publicación han perdido la cuenta de las veces que han intentado silenciarles. Paradojas del periodismo libre: varios reporteros del sema-