Los cambios metabólicos que ocurren cuando se sufre un tumor maligno, unidos a la desgana y la angustia a que conduce el sentirse enfermo provocan que la mayoría de personas afectadas por un cáncer adelgacen de forma acelerada. El efecto de los tratamientos incide en esa pérdida de peso al provocar reacciones digestivas que llevan a rechazar la comida. En las últimas fases de la terapia, casi el 80% de los enfermos de cáncer sufren malnutrición, indica la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), que alerta del riesgo de mantenerse en ese estado.

La buena alimentación es un factor fundamental para quien está en tratamiento de un cáncer, asegura el doctor Antonio Antón Torres, presidente de la SEOM. "Está demostrado que los enfermos oncológicos que mantienen una nutrición adecuada responden mejor a los tratamientos y tienen una mayor supervivencia", afirma Antón en la introducción del libro Recetas de cocina y de autoayuda para el enfermo oncológico , un manual que responde a los problemas nutricionales y emocionales que afrontan esos pacientes.

Las terapias oncológicas ponen muy difícil la obligación vital de alimentarse, explican los enfermos. Saben que es imprescindible estar fuertes, pero sienten náuseas al ver u oler algunas comidas. Sufren llagas o sequedad en la boca, dejan de percibir el sabor habitual de los alimentos y soportan diarreas imparables que aumentan su debilidad.

Unos problemas dentales inesperados y la dolorosa alteración de la mucosa de la faringe acaban por convertir en un sacrificio las horas de comer. Preocupados y asustados ante su notable pérdida de masa muscular, muchos enfermos piden ayuda a los especialistas en nutrición.

"Como norma general, les aconsejamos que coman de todo, alimentos frescos distribuidos en una dieta equilibrada --dice Núria Mundó, dietista en los servicios del Clínic--. Adaptamos los menús a cada situación: caldos y comida húmeda para quien sufre sequedad de boca; todo purés cuando hay dificultad para tragar o dieta sin residuos en caso de diarreas".

Los enfermos que consiguen alimentarse bien toleran mejor la reacción adversa de las sesiones de tratamiento, añade Mundó.