Si yo supiera bailar sería como las abejas. Quiero decir, que bailaría para que me entendieran, danzaría para decir todo lo que pienso y, lo más importante, lo haría para poder comunicarme con los demás. En estos tiempos una danza como la de las abejas es un milagro, acaban de confirmarlo científicos de varios países, quienes han estudiado minuciosamente los movimientos, compases y reacciones de estos insectos. Aseguran que en el mundo hay nueve especies de abejas que fueron separadas hace unos 30 millones de años, por lo que cada grupo desarrolló su propia forma de comunicarse. El caso es que millones de años después estas abejas pueden encontrarse y entenderse sin problemas con sólo bailar. La diferencia de estos insectos con respecto a nosotros es que ellos viven separados y cuando se juntan se comprenden, mientras que nosotros la mayoría de las veces no somos capaces de entendernos cuando estamos en compañía (en ocasiones ni cuando estamos solos). No queremos bailar solos, pero tampoco sabemos bailar con los demás. Hace unos días una anciana fue abandonada por su hija a las puertas de un geriátrico. La dejó allí, con su maleta, y salió corriendo. Muy mal debe estar la comunicación entre dos personas para que ocurra algo así. Es sólo un ejemplo. En el fondo la comunicación es la raíz de muchos de nuestros problemas, la falta de ese entendimiento hace que terminemos huyendo. Es posible que todo nos fuera mejor si supiéramos bailar, si danzáramos para comunicarnos, como las abejas, para poder decir todo lo que pensamos y que nos entendieran en cualquier sitio. Para poder estar acompañados. Para que nadie termine dejándonos solos a las puertas de ningún lugar. Y, principalmente, para que no nos entren ganas de huir, aunque sea volando.