Se "rompió" el maleficio de una miniferia marcada fundamentalmente por los sobreros. Ayer no fue ningún toro para atrás, y no solo eso, hubo una faena importante a cargo de Miguel Abellán consiguientemente premiada con una oreja.

Faena sobre los pilares de la técnica, el valor y el buen gusto en la interpretación. Abellán buscó el triunfo con ahínco, pero también y sobre todo, con inteligencia y torería. Todos los movimientos muy calculados respecto al toro, que respondió y aguantó en todo momento y hasta el final.

En su formas toreras, Abellán lo vendió asimismo muy bien. Fue clave la distancia, en la que permitió al toro los desahogos suficientes, y brindando en esa fórmula también la emoción del toreo de poder a poder cada vez que se le venía el toro de largo, tal y como sucedió en los primeros cites de cada tanda.

Pero lo verdaderamente importante lo hizo con la muleta. Faena maciza que abrió toreando de rodillas, corriendo la mano como si estuviera de pie. Nada menos que siete pases por la derecha seguidos, limpios, perfectamente hilvanados y rematados por debajo de la pala del pitón. Ahí tomó vuelo la faena, con la plaza volcada en olés, y las palmas echando humo.

Faena perfecta, de medida exacta, con nada de más ni de menos. Lo único que sobró fue el pinchazo que se interpuso a la estocada final, pero aun así no hay discusión en el premio de la oreja. En el que abrió plaza Abellán no resolvió la faena dada la extrema sosería del animal.

Lo del "Fandi" no tiene nombre. En un mes se ha dejado ir seis toros. Hoy los dos últimos. El toreo del granadino se limita ya a las banderillas. Si acaso la voluntad que pone con el capote, aunque artísticamente no dice nada. Con "los palos" anda sobrado, apoyándose en unas portentosas facultades.

Pero con la muleta da igual que los toros sirvan o no, que se desplacen o estén parados, que tenga más clase o dificultades, con El Fandi en frente no hay nada que hacer ni para bien ni para mal. No le baja la mano a los toros ni a la de tres, mecánico y vulgar. Perera no tuvo suerte con su lote, el más deslucido con diferencia. A su soso y apagado primero, que le costaba mucho desplazarse, le buscó las vueltas de mil maneras, pero fue imposible. Y en el sexto, que embestía al paso y sin humillar, más de lo mismo.