El guardia del museo de la minería de Aldea Moret es amable, es pedagógico y es de Soria. El guardia lleva 13 años en Extremadura y el museo abrió la pasada primavera. Bueno, en realidad no es un museo, sino una de esas cosas modernas que llaman centros de interpretación donde en tres plantas se repasa la historia de la minería en Extremadura. Alrededor del edificio se ven naves abandonadas, pastos secos y desolación. Pero no siempre fue así. Durante casi 100 años, estos campos mustios fueron un emporio de desarrollo que cambió Cáceres.

Todo comenzó una mañana del año 1864 cuando Diego Bibiano González y el comisario de policía Francisco Lorenzo, alias El Fraile, descubrieron una piedra blanca en la falda occidental del cerro de Cabeza Rubia. Se analizó y resultó ser fosfato de cal con una riqueza del 62%. A partir de ese hallazgo casual, nacería en aquel lugar, a tres kilómetros de Cáceres, un asentamiento minero industrial que llegaría a contar con 12 pozos de extracción de mineral y 119 construcciones.

La explotación a cielo abierto se inició en 1866 por la sociedad minera La Fraternidad. El mineral se llevaba en carretas a Lisboa. Pero el verdadero impulso llega cuando el político Segismundo Moret, que sería varias veces ministro y en dos ocasiones presidente del gobierno, se hace con la concesión de las minas y crea la Sociedad General de Fosfatos de Cáceres.

CAPITALISTAS En la Edad Moderna, las minas de Aldea Moret tienen tanta importancia para el desarrollo de Cáceres como la creación de la Real Audiencia de Extremadura en 1790 o la capitalidad provincial (1821 y definitivamente en 1833), que trajeron consigo el primer periódico (1812), la primera imprenta (1820), el primer alumbrado público (1835), los capitalistas catalanes (Busquet, Calaf, Ballell, Moret, Crehuet), la mejor plaza de toros del momento (1846), la primera ópera (1851).

Los fosfatos acabaron de convertir el poblachón cacereño en ciudad porque la mina traía el ferrocarril el 28 de junio de 1880 (el rey lo inauguraba en 1881 y concedía a Cáceres la categoría de ciudad). Y tras los fosfatos y el tren, la guarnición estable (1893), la feria de mayo (1896), el cine y la luz eléctrica (1897), la Cámara de Comercio (1899) e incluso el primer automóvil y el descanso dominical del comercio (1900).

Las minas de Aldea Moret no eran las únicas de Extremadura. En esos años, se explotaban minas de fosfatos en Aliseda y Logrosán y había otras explotaciones mineras en Trujillo, Malpartida de Cáceres, Alburquerque, Ceclavín, Zarza la Mayor, Valencia de Alcántara o La Jayona. Para entender el clima de optimismo, basta recordar los nombres con que los mineros bautizaban los pozos de Aldea Moret: Esperanza, Abundancia, Casualidad, Demasía, La Estrella, La Perla...

Resulta curioso reparar en los paralelismos entre el desarrollo minero de Asturias y de la provincia de Cáceres, salvando las evidentes distancias. Asturias daba en esos años del siglo XIX el salto de la agricultura al carbón e inauguraba la línea carbonera de Pajares tres años después de que el rey Alfonso XII viajara en ferrocarril por primera vez a Cáceres.

Los fosfatos cacereños languidecieron con la crisis de 1892, vivieron tiempos de esplendor durante la I Guerra Mundial, sufrieron gravemente el crack del 29, volvieron a tomar impulso en 1946 con la Unión Española de Explosivos y sufrieron la competencia de los fosfatos del Sáhara, que forzó el cierre de la mina en 1959, con 519 mineros trabajando.

La minería y la industria pesada entraron en crisis en otros muchos lugares en esos años y los polígonos de expansión quedaron convertidos en ruinas industriales. En los 80, tomó auge la arqueología industrial y aquellas viejas naves fueron recuperadas para otros usos. Hoy, el mejor auditorio del Reino Unido se ha instalado en la antigua cervecería Malting at Snape de Suffolk, la mejor escuela de Baltimore es una antigua estación de tranvías y los más divertidos shopping center de San Francisco y Oporto son antiguas fábricas de chocolate y luz.

La vieja fábrica de cerámica La Cartuja de Pickman de Sevilla es la sede del Instituto Andaluz de Restauración, el depósito de aguas del Canal de Isabel II de Madrid es una sala de exposiciones, en El Entrego (Asturias) y en Aldea Moret (Cáceres), antiguos pozos mineros se han convertido en museos y el edificio Embarcadero, también en Aldea Moret, será pronto un moderno centro multiusos. La minería, que impulsó Cáceres en el siglo XIX, vuelve a colaborar en el desarrollo de la ciudad 140 años después.