TRtegocijo y devaneo, bachata, juerga y jaleo... Extremadura vive la gran resaca. Este fin de semana estalló la parranda y las noches, desde el jueves al sábado, fueron la caraba completa. Cenaban en el Meliá las chicas de Induyco, que brillaban elegantes, y las profesoras de Arroyo, con la purpurina navegando hacia el canalillo. Bailaban en La Cancha las inspectoras de Hacienda y las enfermeras, antes muertas que sencillas, que sencillas, que sencillas.... Por aquí los de Agricultura, por allá los de Sanidad, en La Madrila Baja, los panaderos y en la Alta, los aparejadores. Sonaba el Achilipú y la pista reventaba. Se despendolaba Travolta y sus émulos alzaban brazos y componían posturitas.

Coronando la avenida de la Montaña, en aquel rincón de la pijería donde antes abría Fara y descollaba el Drink Pub, resplandece ahora el palacete del desguace: entrabas en los locales y lo mismo te encontrabas una Barbarella madurita dedicándote mohínes que un chatín con chaleco que se arrancaba por Luis Mariano redescubriendo susurros en la esquina estelar de un karaoke con Cacique . La ciudad estaba impresionante: maestros y discipulas, separadas y buitres, discretas y donjuanes, jefas de negociado y recogedores de copas... Una amalgama jacarandosa y mundana que a las cuatro de la madrugada se vio en la calle, compuesta y sin cobijo para el retozo, despotricando del ayuntamiento y buscando desesperadamente cómo camelarse al segurata . Es decir, haciendo como sus hijos cada fin de semana, pero con posturas de Travolta y música de Achilipú .