Alguien ha dicho que la muerte es el último tren de esta vida y el primero de la nueva. Esta frase para el cristiano es una verdad y, sobre todo, una realidad.

Hemos despedido a Francisco Chanclón Solano y los que te admiramos, sabíamos que no había nada en ti extravagante ni superfluo.

Para tu casa fuiste maestro y alumno, para tu campo, mayoral y peón y para tu familia dueño y servidor.

Hoy, Paco, o cariño como te decía Loli, o papito como te llamaba Ana, o padre como exclamaba Fernando, o mi niño como te susurraban tus hermanos, o- Paco Paco como lo hacía Sofía mientras acariciaba tu cara y te daba lo que ninguna otra medicina puede dar a un ser humano- la vida. Ha salido tu tren de la estación de la vida y ahora, desde el andén de la fe, no te decimos adiós sino gracias por dar una lección de respeto, rigurosidad, benevolencia, exigencia y comprensión.

Te has ido pero con el legítimo orgullo de ser el mejor y no pregonarlo.

Te queremos y te recordaremos.

Tu familia