La vida de Paloma Gómez Borrero merecería todos los volúmenes de una enciclopedia, porque fue extraordinariamente larga, rica, generosa y excepcional. Más aún cuando se vive a caballo de los cambios de época de un país, como fue la España de la transicióndes de la dictadura.

Su vida profesional corrió paralela, para bien y para mal, a las transformaciones del nuevo Estado democrático: admirada cuando aún gobernaban los jóvenes herederos del franquismo y antes de que Adolfo Suarez diera con el cambio, y aborrecida cuando la transición se estabilizó y llegaron los socialistas, que mal soportaban sus crónicas más enfervorecidas que informativas sobre el Vaticano.

Durante muchos años las revistas del corazón y las satíricas le llamaron 'la novia del Papa', porque Paloma era una creyente profunda y, al mismo tiempo, clerical y entusiasmada. También liberal: nunca lamentó que algún interlocutor considerase a la Iglesia católica como una institución anticuada, represiva, triunfal o privilegiada, así como nunca criticó o menospreció a quienes vivían existencias muy alejadas de los credos de ella.

Lo de 'novia del Papa' surgió a raíz, según contaba, de un encierro inesperado que protagonizó en una sala de los aledaños de la plaza de San Pedro en la que se encontró a solas con Juan Pablo II. "¡A solas con él!", repetía estupefacta. Los agentes de la Gendarmería vaticana habían empujado bruscamente a la periodista, sin tan sólo saber quien era, hacia aquella sala, porque la muchedumbre de la plaza amenazaba con atropellar a los fieles.

PAELLA Y CONFIDENCIAS

Su vivienda, a pocos minutos del Vaticano, era frecuentada por obispos,cardenales, monseñores y clérigos, que saboreaban científicamente su tradicional y famosa paella. Ningún católico de renombre de España pasaba por Roma, sin pasar también por su casa. Por esta razón, Paloma sabía muchas cosas y no todas las publicaba, fiel a una ley no escrita del periodismo de otros tiempos.

Cuando su fervor informativo fue demasiado para algunos, le ofrecieron la corresponsalía de Atenas, ciudad donde ya nadie tenía corresponsales, porque su principal ocupación había sido Palestina eIsrael, lo que resultaba complicado porque si residías en una de las dos entidades no podías viajar a la otra. "¿Que haré yo en Grecia?", se preguntaba y preguntaba incrédula a sus interlocutores, razón por lo que al final decidió quedarse en Roma, donde tenía marido e hijos y compartir corresponsalía con Javier Pérez Pellón. Al cabo de un tiempo, abandonó también RTVE y pasó a la Cope, de donde después de largos años también la echaron "con una simple llamada telefónica", según explicaba escandalizada

Su polifacética existencia no se agotaba en el periodismo, sino que comprendía otros ámbitos, como la cocina -escribió libros de gastronomía- y los diablos, Satán, los exorcismos, por los que estaba curiosamente fascinada y sobre los que también escribió.

Cuando alguien conocido se muere, las personas tienden a recordar su lado positivo, lo que tiene sus ventajas, porque lo negativo tampoco lleva a ninguna parte. Paloma fue siempre sagaz y precavida y no le importaba pasar por algo tonta frente a algunos de sus interlocutores. Constituye siempre una papeleta para recabar informaciones. Por encima de todo, fue siempre coherente, algo difícil de encontrar en este oficio.