Los depósitos submarinos de hidratos de metano, inmensas reservas de gas helado que se acumulan en el lecho de los océanos, son considerados desde hace años una prometedora alternativa al petróleo, una fuente de combustible aún sin explotar, pero al mismo tiempo podrían ser también el origen de gigantescos tsunamis. Sí, auténticos tsunamis. Investigadores de la Universitat de Barcelona (UB) han comprobado en una campaña oceanográfica por el Artico que el calentamiento planetario que puso fin a la última glaciación, hace 11.000 años, ocasionó enormes desprendimientos en los depósitos de gas y, como consecuencia, olas devastadoras. Si las temperaturas siguen aumentando como consecuencia de las actividades industriales, subrayan los científicos, el fenómeno podría repetirse.

Los hidratos de metano han inspirado novelas de ciencia ficción catastrofista, pero el proceso no es descabellado. "En las costas de Escandinavia y Escocia pueden observarse sedimentos procedentes de aquellos tsunamis", dice Roger Urgelés, del grupo GRC Geocièncias Marines en la facultad de Geología. Además de la UB, en la campaña, desarrollada el pasado verano a bordo del buque Hespérides, participaron investigadores del CSIC y de las universidades de Salamanca, Trieste (Italia), Svalbard y Tromso (Noruega). El objetivo principal era cartografiar el relieve submarino al sur de las islas Svalbard, una región de la que "se sabe menos que de Marte", según el catedrático Miquel Canals, jefe del grupo GRC en la UB. Los investigadores lograron documentar en el fondo marino varios desprendimientos de hace 11.000 años.