Donnachadh McCarthy fue la primera persona que en el 2003 pidió permiso para instalar un molino de viento en el tejado de su casa en Londres. La solicitud fue inicialmente rechazada, pero dos años después logró lo que quería. Hoy los molinos eólicos se ven en gasolineras, supermercados, escuelas, oficinas y viviendas particulares de la capital británica. Generar energía propia por este sistema se ha convertido en la última moda. Poseer un aerogenerador es como declarar que uno está implicado contra el cambio climático.

El líder de la oposición, David Cameron, deseoso de convertir a los conservadores en el partido verde, tiene un molino en su casa del barrio londinense de Notting Hill. En su nueva vivienda, actualmente en obras, Tony Blair ha de conformarse con placas solares. La ubicación, la estética de los edificios y los vecinos impiden a veces su instalación.

Para hacerlo hay que lograr un permiso y plácet posterior de un inspector. Un comité de la Cámara de los Comunes recomendó en enero que se suprima tanta burocracia y que instalar un molino sea tan fácil como colocar una antena parabólica. Pero además de los trámites, está el precio. El modelo adoptado por Cameron cuesta 4.400 euros, aunque cuenta con una la ayuda gubernamental de 600 euros. Los expertos del Energy Saving Trust, un organismo sin afán de lucro, calculan que los aerogeneradores pueden suministrar el 4% de la electricidad que necesita Gran Bretaña y reducir las emisiones de dióxido de carbono en un 6%.