Aires y música africana pusieron la nota exótica en las calles de Oslo cuando la keniana Wangari Maathai recibió ayer el galardón más prestigioso del mundo, el premio Nobel de la Paz 2004. "Ha llegado el momento de reconocer la idea de que el desarrollo duradero, la democracia y la paz son indivisibles", dijo la ecologista, eminente defensora de los árboles, en su discurso de agradecimiento ante la presencia de los reyes Harald y Sonia de Noruega.

La solemnidad de la ceremonia, en el salón de actos del ayuntamiento, quedó rota por el colorido y alegre ritmo de los grupos africanos que actuaron. Maathai fue galardonada con el Nobel por su "contribución al desarrollo sostenible, la democracia y la paz". Es la primera africana que recibe un Nobel y en su discurso defendió la necesidad de preocuparse por el sistema ecológico, afirmando que la Tierra está amenazado. "Estamos ante un reto por el cual debemos cambiar nuestra forma de pensar, la humanidad tiene que dejar de amenazar el sistema que nos da la vida", dijo.

Horas después, en Estocolmo, también se celebró la ceremonia de entrega de los Nobel de las ciencias y letras. Diez galardonados --faltó la ganadora del Nobel de Literatura--, recibieron de manos del rey Carlos Gustavo de Suecia el diploma, la medalla y el cheque de 1,1 millones de euros con que está dotado cada uno de estos galardones.

El Nobel de Literatura, otorgado a la controvertida escritora Elfriede Jelinek, se quedó sin receptor. La autora de El pianista no acudió a Estocolmo porque, según alegó en su día, padece una "extrema fobia social" que le impide comparecer en público.