Con menos temor que el pasado invierno, pero con el mismo rigor, ya está preparado el dispositivo sanitario que debería impedir que una persona afectada por un rebrote del síndrome respiratorio agudo grave (SARS) esparciera la enfermedad. Sanidad ha reactivado la vigilancia de los vuelos que procedan de zonas de riesgo, y ha vuelto a designar un área del Hospital de Bellvitge para aislar a los posibles afectados. Esos preparativos, sin embargo, no ocultan que el coronavirus suscita menos inquietud.

El virus al que se atribuye la neumonía, del que se conoció su primer infectado hoy hace un año, sigue sin tener una vacuna que lo inactive, como ocurre con otras infecciones respiratorias, y no tiene tratamiento. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha rebajado al 3% su índice de capacidad infectiva, lejos del 8% o el 10% que se le atribuyó al asimilarlo al virus de la gripe. Esto significa que un afectado puede contagiar a tres de cada 100 personas con las que comparta un mismo ambiente. El sistema de vigilancia fijado por la OMS recomienda investigar las neumonías que sufra el personal de los hospitales, una población vulnerable.

En lo único que se ha avanzado es en el diseño de un reactivo que certificará en un plazo de cinco a 10 días si una neumonía es SARS. El test llegará a los hospitales en diciembre.