Vehículos militares, lanchas y helicópteros se volcaron ayer en la búsqueda de algún superviviente en la inundada Nueva Orleans, donde los cadáveres hinchados de numerosas víctimas flotan por las calles. "Entraría dentro de lo razonable pensar en 10.000 muertos", afirmó el alcalde Ray Nagin.

Por vez primera desde el impacto del huracán, miles de vecinos de Jefferson Parish, un barrio de clase media al sur de Nueva Orleans, pudieron regresar a sus casas para intentar recuperar alguna de sus pertenencias, pero se encontraron con un dantesco panorama. "Es como si me hubieran golpeado en el estómago", dijo Gabriel Whitfield, tragándose las lágrimas al ver su hogar cubierto de barro.

Ayer, el Cuerpo de Ingenieros del Ejército seguía reparando los destruidos diques, que sólo habían sido pensados para soportar un huracán de fuerza 3 y no el máximo, de 5. También empezó a drenar el lago que es ahora la ciudad, una tarea que puede durar 80 días.

Entretanto, la policía trató de convencer a 10.000 vecinos de que se fueran. Algunos se dedican a saquear lo que queda, explicó el superintendente adjunto, Warren Riley. "Estamos concentrándonos en ellos. Quieren sumir a esta ciudad en el caos", recalcó.