El número, más o menos visible, que marca la cáscara de los huevos de gallina que se venden -0, 1, 2 o 3- codifica una información que podría ser valiosa si una mayoría de los consumidores dispusieran de la clave para interpretarla (el 3 indica que la gallina productora se ha criado inmóvil en una jaula; el 2, que ha crecido en un corral; el 1, que la afortunada ha podido correr por el campo; y el 0, que se ha desarrollado en un sistema ecológico). Aun conociendo el significado de esa numeración, no es seguro que quien pretenda averiguar hasta qué punto comerá un alimento no solo saludable, sino respetuoso con el medio ambiente, tenga éxito. «Ese número, con mucha frecuencia, queda escondido entre los múltiples reclamos adicionales que marcan los huevos, hasta hacerlo incomprensible. Y lo mismo ocurre con el resto de los alimentos», advierten los autores del documento Información alimentaria: cuestiones éticas, jurídicas y políticas, que ha elaborado el ObservatoriO de Bioética y Derecho (OBD) de la Universidad de Barcelona (UB).

«Los alimentos que contienen aceite de palma suelen incluir en sus etiquetas esa composición, porque están obligados a ello, pero esta aparece en tamaño milimétrico y mezclada con tantos datos promocionales que es muy difícil detectarla», explica María José Plana, abogada de derecho alimentario y coautora del informe.